El chalet
La verdad es que no tenía ninguna intención de hablar del ya famoso chalet de la pareja Irene Montero y Pablo Iglesias, entre otras cosas porque me parece que la crítica seudopolítica está atravesando líneas que no llevan a ningún lugar cerca de la renovación y sí a un empobrecimiento rayano en el populismo de entrepierna, intentando convertir todo en un espectáculo televisivo barato. Pero han sido ellos, los protagonistas, los que me han alertado. Han sido sus defensores y correligionarios quienes me han dado las claves.
Es, de nuevo, una gran cagada de este líder mediático que ha conseguido en tiempo récord levantar las esperanzas y agotarlas por su poca capacidad de entender el mundo que le rodea, por creerse que es el mejor, el más listo y un salvador de algo. El que triunfen los impostores de Ciudadanos en las encuestas y se puedan convertir en alcaldes, presidentes de comunidades o aspirantes serios a gobernar en el reino de España es por la falta de consistencia en esta alternativa de Podemos que cae en contradicciones constantes, que no sabe mantener el discurso y que plantea asuntos menores como si fueran categorías.
Sí, es un escándalo que de repente de vivir en Vallecas se vayan a un chalet con finca de dos mil metros cuadrados, en la sierra, porque van a ser padres de unos mellizos o gemelos. Esa es la imagen burguesa por excelencia. Es la imagen de la casta sin remisión. Es el subidón de los nuevos ricos. Una hipoteca de dos mil euros al mes, cobrando de diputados ambos, es asumible. Y ahí está la cuestión: se van a agarrar al cargo, al escaño como los demás. En la Universidad, no se ganan cinco mil pavos, así como así, al mes. Su hipoteca es el doble de lo que cobran de media los pensionistas. Es tres veces más que el salario mínimo interprofesional. Y no diré más sobre el asunto.