Es más fácil aplaudir a Ronaldo siendo portugués
No cae bien a todos, ni siquiera en su país, pero la evidencia en el campo habla por si sola
Empecemos por admitir que un patio lleno de gente haciendo el grito de paquidermo en celo de Cristiano Ronaldo (el ya clásico «Siiiiuuu») impresiona e incomoda. Y mucho. M’explota el cap, que diría alguno. Pero sigamos por reconocer que el de Madeira, ayer, se mereció todos los aplausos. Sin él, su selección es una banda; con él, es una banda que mete goles. Y concluyamos recordando que estamos en Lisboa, y que Portugal juega contra España; que el pequeño Messi lo perdone, pero hoy toca aplaudir a Ronaldo. Total, a Hacienda parece que defraudan todos.
«Es su último mundial y lo sabe» es una frase que sobrevuela Portugal estos días. Ayer, el empate final, con remontada incluida, supo a victoria y sirvió de excusa para alargar una fiesta que en Lisboa arrancó la noche del martes con la víspera de Santo António y se viene alargando durante toda la semana. «Na Russia tudo pode acontecer», dice uno de los innumerables anuncios de apuestas que invaden el metro de Lisboa, y en A Voz do Operário ayer al atardecer se lo empezaron a creer.
A Voz do Operário es una «Sociedad de Instrucción y Beneficencia» fundada en 1879 con origen en el periódico del mismo nombre, fundado por los trabajadores tabaqueros de Lisboa en el siglo XIX. Hoy en día es una escuela, centro de salud, redacción y muchas cosas más, además de pulmón imprescindible en el barrio de Graça, en pleno centro turístico de la ciudad. Por aquí pasa un hilo que va desde la mutualidad obrera del siglo XIX, los tumultuosos años republicanos, la clandestinidad de la dictadura y la revolución de 1974. Aquí todavía huele a 25 de abril, pero ayer solo había sitio para el fútbol. Hasta el Partido Comunista, con fuerte presencia en este centro, ha editado un panfleto con el calendario del mundial.
Los trabajadores actuales de A Voz do Operário han habilitado uno de los patios del edificio con una pantalla gigante para seguir el mundial, y allí se dan cita un centenar de personas se para seguir el partido entre morcillas, chorizos, caracoles, cervezas y humo de tabaco; dicen que así el mundial sabe mejor.
Cara a cara con el «vizinho»
No era cualquier debut. El vizinho del otro lado de la raia no es cualquier cosa. España como amenaza y como peligro constituye uno de los pilares sobre los que se ha construido la identidad nacional portuguesa, y no hay como un mundial para sacar a relucir los subconscientes colectivos. «Ronaldo le acaba de devolver los primeros tres goles a la hacienda española», bromean aquí al acabar el partido.
Portugal, que logró lo que ni vascos ni catalanes pudieron, construyó el escudo contra el expansionismo castellano a través del Atlántico, tanto con las colonias como con la histórica y desequilibrada alianza con Inglaterra. La entrada común en el club europeo, compartiendo ayudas millonarias primero, y planes de ajustes después, ha ido enterrando algunas asperezas, pero no hay más que rascar un poco la superficie para que aflore un subconsciente vivo. «¡La península ibérica no es una entidad política!», ha reivindicado con indignación esta misma semana el diputado socialista Sérgio Sousa, después de enterarse de que el Bundestag quiere acabar con el grupo parlamentario de amistad Alemania-Portugal y juntarlo con el del Estado español.
Es un sentimiento que se palpa también en A Voz do Operário tras el empate in extremis. La remontada sabe mejor cuando en frente está España. Le pregunto al compañero de al lado como debería titular la crónica, y sin dudarlo un instante, tira de refranero popular: «De Espanha, ni bom vento, ni bom casamento».