Pello Guerra
Periodista
IKUSMIRA

Noche de kalimotxo al calor de la hoguera

La Noche de San Juan tiene un cierto punto de viaje en el tiempo a una época de juventud en la que el verano se exprimía como un limón. La jornada era espectacular. Primero, recolectar por las casas del pueblo todo el material que alimentaría la hoguera, apilarlo en un lugar seguro de la plaza y después esperar con impaciencia a que el sol se pusiera de una vez para poder dar fuego a la pira levantada con los elementos más variados imaginables.

Resultaba fascinante ver las llamas flameando con el telón de fondo del oscuro cielo de junio salpicado de estrellas y cómo las chispas se elevaban por esa negrura rasgándola con intensos tonos naranjas y amarillos, iluminando nuestras pupilas por un fugaz pero hipnótico instante.

Mientras el fuego iba perdiendo viveza, aderezábamos la espera con unos tragos de kalimotxo casero elaborado en la tienda de chucherías del pueblo, en un precedente lejano de los botellones que actualmente tanto dan que hablar.

Con el morro un poco caliente y animados por el embrujo del fuego, nos lanzábamos a saltar la hoguera con el corazón a cien y una sonrisa en los labios, para atravesar las llamas purificadoras que quemaban lo viejo para dar paso a lo nuevo.

Han pasado muchos años de estas vivencias y eso de correr como un poseso para atravesar una nube de calor por encima de las brasas ya queda para gente con más pelo. Pero mañana, los recuerdos del pasado se harán presente mientras contemplamos la hoguera de la noche más mágica del año.