Ángela no te creyó
Desbordado el dique del dolor y la estupefacción, la libertad de “La Manada” ha dado cauce a una rabia apenas contenida que inunda las calles.
Este caso, por su salvajismo y vileza, ha sido un aldabonazo que va a suponer un antes y un después en la repulsa social a la violencia machista. A aquella enorme movilización del 7 de julio de 2016 en la Plaza del Ayuntamiento de Iruñea le han seguido réplicas multitudinarias cada vez que se ha producido una agresión en Euskal Herria. Y ahora, cuando la Justicia se ha quitado la venda y ha guiñado, cómplice, a los violadores, hemos saltado como un resorte para denunciar esta villanía.
«Yo sí te creo» es un lema que acompaña a las expresiones de indignación popular, una frase adecuada, concisa, que no exige explicación. Y a ella se han sumado todo tipo de personas, anónimas la mayoría, también políticos y personalidades del star-system. Bien está. Pero a mí no deja de crearme cierto desasosiego.
Porque esa misma frase habría sido bienvenida cuando otras mujeres denunciaron un trato igualmente abyecto, y relataron las agresiones sexuales sufridas no en un portal sino en un cuartel o comisaría. Pero ellas toparon con un frontón de incredulidad.
Yo no puedo dejar de recordar el día en que Nekane Txapartegi relató en la Audiencia Nacional cómo cuatro guardias civiles la desnudaron y la violaron. Enfrente tenía a Ángela Murillo, que despachó su testimonio sin ningún miramiento ni humanidad. La jueza no le creyó, o lo que es peor, sí lo hizo pero le dio igual.
Ese día me costó conciliar el sueño; otros durmieron plácidamente, esos descreídos que ahora han abierto los ojos.