Joseba VIVANCO
GRUPO E

«Jogo practico»

Los brasileños no enamoran, pero son sólidos como equipo y letales arriba.

BRASIL 2

SERBIA 0


«La selección brasileña era tan buena que yo temía ponerme a animarla», confesaba un abducido George Raynor, técnico de Suecia, rival de Brasil en la final del 58 en el país nórdico. 60 años después y aunque los sudamericanos sigan siendo favoritos, poco o nada queda de aquel fútbol espectáculo de un adolescente de 16 años llamado Pelé o de un Garrincha que personificaba la Alegria do Povo. La Brasil de Neymar gana, pero no engancha, ni invita a animarla. Ayer se la jugaba, como se la jugaba una inoperante Serbia, y a los brasileños les bastó con ser ese conjunto pragmático y físico que trata de ser sólido en defensa y fía su capacidad ofensiva a balones al pie como el que Coutinho puso a su amigo Paulinho que hizo lo que mejor sabe en ataque, aparecer para marcar. Encarrilado el partido ante una encorsetada e indolente Serbia, el ritmo anodino de la primera mitad dejó paso en la segunda a un duelo de ida y vuelta en el que los balcánicos perdonaron cuando tuvieron a Brasil a su merced y fue Thiago Silva el que en un córner sentenció de inapelable cabezazo. Con 2-0, Brasil jugó a título de inventario.

La Seleçao está en octavos, sin brillantez pero sin perder fiabilidad. Y Serbia se va para casa porque como decía su paisano Vujadin Boskov, «ganar es mejor que empatar. Y empatar es mejor que perder». Perdieron.