Una estrella que nadie vio venir entre tanta volatilidad política
El decimocuarto distrito electoral de Nueva York no es una circunscripción cualquiera. Con un 78% que votó por Hillary Clinton en las elecciones que ganó Donald Trump, engloba a los barrios del Bronx y de Queens, tantas veces llevados al cine. El primero, el barrio pobre, el de los delincuentes, las prostitutas y los camellos; el segundo, el barrio rico, el del lujo y los magnates, el barrio que vio nacer a Trump. El Bronx, con más de un 50% de habitantes inmigrantes y un 70% de negros; Queens con gente poderosa y adinerada, muy interesada ahora en la gentrificación del Bronx, en hacer que la gente de clase obrera lo deje para recalificarlo y convertirlo en una zona lujosa.
El pasado martes se celebraron las primarias en el Partido Demócrata de ese distrito. Se enfrentaron una activista del Bronx contra el rey de Queens. Una candidata diferente, joven y latina de 28 años, que hace apenas un año trabajaba de camarera en un restaurante mexicano de tacos y cócteles, con un programa político más a la izquierda que el del partido, e incluso que el de Bernie Sanders, frente a un blanco de Queens mayor que ella, con diez veces más de dinero para la campaña, que ya ejercía de congresista cuando Alexandria Ocasio-Cortez iba a la escuela primaria.
Su oponente, Joseph Crowley, es el jefe del aparato demócrata y estaba llamado a ocupar el puesto de Nancy Pelosi como portavoz demócrata en el Congreso. Frente a él, nadie daba un duro por una millennial de origen puertorriqueño. Crowley ofrecía status quo, contactos en las altas esferas, influencia para conseguir dinero de los presupuestos para su distrito.
Crowley tenía el apoyo de importantes sindicatos, del alcalde de la ciudad, Bill de Biasio, del Working Families Party. Ocasio-Cortez, por su parte, apenas apoyos de peso. Ningún congresista demócrata salió en su defensa. Solo Sanders la apoyó, pero sin hacer campaña por ella. Pero tuvo el apoyo de círculos socialistas neoyorquinos, como Justice Democrats o Brand New Congress y de especialistas en hacer espectaculares «campañas de guerrilla», como el colectivo Means of Production.
Contra todo pronóstico, el 57% de las 27.000 personas que votaron en esas primarias apostó por ella. Y ganó de la misma forma que ganó Obama y de la que lo hizo tan bien Bernie Sanders: llegando al electorado desencantado, inspirándolo y motivándolo para que vaya a votar como única forma de conseguir un cambio sustancial. Y para ello ha sabido hacer de un movimiento una fuerza electoral poderosa, que habla con seriedad, sin tapujos, y que actúa colectivamente. Que enfoca su discurso en la justicia económica, habla sin complejos de socialismo, defiende la sanidad y la educación gratuitas y la abolición de los centros de internamiento para inmigrantes. Que no tocó los timbres de sus vecinos en campaña, sino que se fue a Texas para confrontar con los agentes que custodian a los inmigrantes enjaulados en la frontera con México.
Hasta su victoria, Sanders (por el que hizo campaña frente a Clinton) ganaba conversos, pero no primarias; el ejército sandernista parecía en desbandada. La victoria de Ocasio-Cortez simboliza el auge de la izquierda más radical y supone una advertencia para el aparato del Partido Demócrata que no está sabiendo canalizar la indignación que la Presidencia de Trump está extendiendo entre la izquierda. La rabia en las bases demócratas, cuya máxima expresión estalló al ver a los niños separados de sus padres en la frontera con México, ha dado lugar a un nuevo despertar de activismo y fervor antiestablishment que puede poner en peligro a los líderes del Partido que se sentían hasta ahora seguros.
Ocasio-Cortez lo ha sabido explotar bien. La izquierda en EEUU está viviendo la era Trump como una situación de emergencia, de tremendo estrés. Las causas de esa sensación tan angustiosa no son iguales para todos, pero ella ha sabido situarse y hablar desde la interseccionalidad, en el cruce de caminos donde se encuentran movimientos como el de Occupy, Black Lives Matter, Standing Rock o el sandernismo. Abrazó una idea de Gobierno más radical, una visión más expansiva de lo que los votantes toleran. El centro de gravedad de la política se está moviendo y ella ha sabido encontrar el equilibrio en medio de tanta volatilidad, de las nuevas tendencias que nadie está viendo venir.