EDITORIALA
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Veinte años de Alarde mixto, el primero desde la nueva implosión del feminismo

En cierta medida, tienen razón quienes dicen que es imposible entender la polémica sobre los alardes de Irun y Hondarribia si no se es de allí. Gran parte de las fiestas y costumbres locales resultan ajenas para quien no las vive como propias, para los «forasteros». Pero no es este el tema. Lo cierto es que según pasa el tiempo se torna más imposible comprender lo que ocurre en días como el de ayer en Irun o más tarde en Hondarribia porque, sencillamente, el segregacionismo y la misoginia resultan cada vez más inaceptables para más personas, independientemente de sus orígenes.

Que alguien piense que las mujeres por el hecho de serlo están vetadas para hacer algo y que las instituciones lo asuman como natural va a ser cada vez más difícil de explicar, comprender y sostener. También en fiestas. Cada vez más padres y madres van a tener más problemas para decirles a sus hijas e hijos por qué establecen una diferencia a la hora de disfrutar de las fiestas de su pueblo, por qué no pueden elegir libremente qué quieren hacer en esos incomprensibles festejos.

También en las cuadrillas, en las parejas, en las escuelas, en los puestos de trabajo… en todos los organismos y estructuras de la sociedad, va a ser muy complicado hacer bandera de la discriminación por género.

Y, sin lugar a dudas, cada vez los políticos van a tener más dificultades en este terreno para decir una cosa y hacer la contraria. Ayer, en el Alarde de Irun, se pudo comprobar que esto también está cambiando.

La primera vez

Esta misma semana, en Juntas de Gipuzkoa, PNV y PSE, votaron junto al PP en contra de enviar una representación a los alardes mixtos de Irun y Hondarribia, rechazaron agradecer la lucha por la igualdad desarrollada por esas compañías durante más de dos décadas y evitaron que el diputado general, Markel Olano, se posicionase en contra de la colocación de plásticos negros al paso del Alarde mixto en Hondarribia. El Gobierno foral estuvo ausente durante el debate y apareció más tarde.

Si entender las fiestas de otros pueblos es difícil, no es más fácil entender la cerrazón de los dirigentes del PNV y el PSE de Gipuzkoa, su incapacidad para decir «hasta aquí», para cambiar de postura y alinear de una vez por todas sus conciencias con una posición política justa y decente. No es una cuestión personal. Representan a toda la sociedad y no deberían permitir que alguien decida que la mitad de la misma no es hábil para algo, sea en fiestas o en el trabajo; sea en Irun o en Cortes; sea el alcalde del PSE, como José Antonio Santano en Irun, o del PNV, como Txomin Sagarzazu en Hondarribia.

No obstante, la presencia ayer por primera vez en el balcón del Ayuntamiento de representantes del PNV al paso del Alarde mixto indica que son conscientes de que su postura es caduca. La presidenta de las Juntas, Eider Mendoza, y su portavoz, María Eugenia Arrizabalaga, recorrían así la mitad del camino que a principios de semana se negaron a transitar. Aunque insuficiente, no deja de ser un paso positivo. Además, teniendo en cuenta el olfato jeltzale para captar los cambios en nuestra sociedad, es probable que haya más pasos y que estos abran la oportunidad a una salida justa a un conflicto inasumible en términos democráticos. El PSE debería ser consciente de ello y abandonar una actitud insostenible para su militancia e incoherente con su ideario.

En este sentido, por segundo año consecutivo, la portavoz de EB Bildu, Maddalen Iriarte, invitó al lehendakari Urkullu a que fuese a Irun y Hondarribia ha mostrar su apoyo a la igualdad entre hombres y mujeres. De nuevo, es difícil pensar que será en esta legislatura y que será este lehendakari, pero está claro que tarde o temprano eso va a ocurrir. Retrasarlo es perder una oportunidad para avanzar como sociedad.

Año veinte, año uno

Ayer el Alarde de Irun fue especial porque se cumplían veinte años desde que mujeres y hombres desfilaron juntos por primera vez. También era el primer Alarde desde la huelga del 8 de marzo y la nueva implosión del feminismo en Euskal Herria. Las masivas movilizaciones contra la violencia machista son otro indicador, uno más, de esta revolución en marcha.

El cambio cultural y sociopolítico que se está dando en nuestra sociedad, reflejo de un cambio a nivel global, no va a permitir retrocesos en los derechos logrados. Tiene una agenda política cada vez más definida y no va a rendir batallas que, si bien simbólicas, aclaran aquello que algunos no quieren entender: que hombres y mujeres son iguales en derechos y libertades.