Mikel ZUBIMENDI
DONOSTIA
Elkarrizketa
ALBERT ROYO-MARINÉ
EXSECRETARIO GENERAL DE DIPLOCAT

«El éxito de la marca Diplocat nos hizo ser caza mayor para el PP»

Nacido en Barcelona (1977), es considerado como uno de los arquitectos de la internacionalización del conflicto catalán. Dirigió el Consejo de Diplomacia Pública de Catalunya (Diplocat) hasta el pasado 31 de octubre, cuando fue cesado en aplicación del 155.

Albert Royo-Mariné visitó Donostia para participar en los cursos de verano de la UPV-EHU, en concreto en el de “Euskal Herria y la Diplomacia de las Naciones en el siglo XXI”. En la cuarentena, licenciado en Ciencias Políticas y máster en Análisis de Economía Aplicada en la Universidad Pompeu Fabra, además de diplomado en Asuntos Europeos en la London School of Economics, el exsecretario general del Consejo de Diplocat conoce de primera mano los entresijos de la internacionalización de la causa catalana.

Con un café, atiende a GARA para reflexionar sobre el trabajo de Diplocat, que fue presentado por el Gobierno español como uno de sus villanos favoritos en Catalunya, que la entonces vicepresidenta Sáenz de Santamaría se vanaglorió de haber «liquidado», y que ahora el president Quim Torra acaba de reactivar formalmente. Royo-Mariné comienza con un previo, presentando la institución que dirigió.

«Diplocat es un consorcio que está formado por 39 instituciones de Catalunya. Está la Generalitat, las cuatro diputaciones, los principales ayuntamientos, el Consejo General del Arán, todas las cámaras de comercio, todas las universidades, están las principales patronales –desde Foment del Treball hasta Pimec–, los dos principales sindicatos, escuelas de negocio, el FC Barcelona… Es un patronato muy plural que intenta implicar a las instituciones con más capacidad de incidencia y de proyección internacional y que tiene sus orígenes en el año 1982, cuando se creó el antiguo Patronat Catalá pro Europa que se encargaba de trabajar las relaciones entre Catalunya y las instituciones comunitarias, y que logró abrir en el año 1986 la primera delegación catalana de representación de nuestras instituciones públicas y privadas».

Diplomacia pública

«Bajo esa fórmula de patronato público-privado –continúa su reflexión–, muy enraizado en la mentalidad de nuestro país, Diplocat trabaja en diplomacia pública con el objetivo de estrechar los lazos con instituciones y la sociedad civil de los países del mundo, para crear un estado de opinión bien informado de la realidad catalana y, en la medida de lo posible, favorable hacia esa realidad. Trabajamos con las herramientas tradicionales de la diplomacia pública, que no se centran en lo que sería la diplomacia clásica, de gobierno a gobierno, que aún está muy controlada y es exclusiva de los estados. Trabajamos relaciones para establecer una relación de confianza, para poder darte a conocer, trabajar la marca de país, y generar una opinión positiva o como mínimo bien informada sobre lo que representas».

Sin embargo, desde Madrid la actividad diplomática de Catalunya o Euskal Herria es concebida como una amenaza, no le gusta que salgan por sí solas al mundo, «a ver qué van a contar por ahí». ¿Hasta qué punto es tan peligrosa la diplomacia?

«Haría una distinción entre lo que es política exterior o acción exterior de los gobiernos autonómicos, con su paradiplomacia, donde tienen capacidades y competencias incluso reconocidas por las instituciones centrales del Estado, y por otro lado la palabra diplomacia. Acción exterior tiene todo el mundo, un ayuntamiento, una universidad, un sindicato… En cambio, las relaciones diplomáticas forman parte del corazón de la soberanía del Estado, y ahí las autonomías no pueden hacer nada. Pero dejando a un lado la firma de acuerdos internacionales, se puede hacer de todo: relacionarse, firmar memorandos de entendimiento, crear nuevas instituciones y redes… en la práctica puedes hacer cualquier cosa siempre que no firmes acuerdos internacionales y que no establezcas relaciones diplomáticas en el estilo clásico. No debería haber ningún problema para que Catalunya o Euskal Herria tuviesen relaciones más allá de las fronteras del Estado. En estados compuestos que se basan en una relación de confianza y de respeto, se pueden tener este tipo de relaciones. Quebec lo hace sin que el Gobierno federal se lo impida, sino todo lo contrario. Lo mismo sucede con Flandes dentro de Bélgica».

Darse a conocer

«Nosotros sufrimos probablemente el éxito de la marca Diplocat, por encima de lo que realmente somos y de lo que nos define. El acrónimo Diplocat trae a colación la idea de que puede ser o representar un embrión de diplomacia catalana. Si Catalunya lo tuviera, ese embrión lo vas a encontrar dentro del Govern, no en un patronato tan plural. El Gobierno español y ciertos medios de comunicación jugaron con eso hasta el punto de confundirlo con la acción exterior de la Generalitat y eso no nos facilitó la vida. El simple hecho de que allí hubiera la palabra diplomacia fue suficiente para que el Gobierno y el Constitucional lo tumbaran. Lo hizo de una forma un tanto miope, porque es como intentar poner vallas en medio del campo, porque vamos a trabajar hacia el exterior, vamos a tener relaciones de cualquier tipo más allá de lo que diga el TC».

Cuando Rajoy anuncia el 155 puso especial énfasis en que declaraba disuelto Diplocat. Parecía que era un objeto de oscuro deseo para las ansias represivas del Estado. Le pedimos una reflexión al respecto.

«Sí, de caza mayor, ¿verdad? Diplocat comunica la situación política de Catalunya, pero es una parte pequeña entre todas sus funciones. Tengo un poco la sensación de que el Gobierno de España optó por ignorar la potencialidad de la diplomacia pública, limitarse al control férreo de la diplomacia clásica y a los contactos gobierno-gobierno tratando de impedir que el Govern se reuniera con determinados gobiernos extranjeros. Pero se olvidó totalmente de todo el trabajo que tienes que hacer en términos de relato, de darte a conocer, de desactivar ciertos prejuicios…».

Inconsistente y arbitraria

«Al principio nos ignoró, nos menospreció, luego nos combatió con una estrategia muy poco clara y arbitraria y, en algunos lugares, el embajador español tenía en muchos casos una reacción muy hiperbólica, jugando totalmente a la contra y siempre llegaban tarde y mal. Cuando el president publicaba un artículo en un medio de tal país, cuando organizábamos un debate académico en tal otro país, intentaban boicotear esa iniciativa, se quejaban, presionaban a la contraparte fuera un periódico o una universidad o un diputado extranjero, consiguiendo lo contrario de lo que buscaba».

Royo-Mariné cree que «nunca se sintieron cómodos, no les interesó descubrir qué era la diplomacia pública y eso les llevó a tener reacciones totalmente inconsistentes, arbitrarias e hiperbólicas, sin estrategia clara».

Y añade que «al ver que la cuestión catalana cada día se hablaba más a nivel internacional y que Diplocat era uno de los actores que permitía eso, me esperaba que el Gobierno español reaccionaría, pero me esperaba que reaccionaría creando su propia diplomacia pública e intentando implicarnos a nosotros como ente. Sería una forma inteligente de intentar limitarnos. Pero en lugar de eso, lo que hizo fue bombardear a la institución cuando pudo, liquidándola, sin respetar siquiera el propio marco legal que tanto decía querer defender».

 

«¿Que esperábamos demasiado del exterior? Quizá, es posible»

Conociendo la soberbia española, tuvo que escocer mucho en Madrid reconocer que en el plano exterior había perdido, que en términos de relato los catalanes habían sido lo suficientemente brillantes como para meterles un gol y ganarles ese partido. «Tienes razón, España siempre tiene que ganar 10 a 0. Lo pagamos caro, con la dura aplicación del 155 que llevaba al cierre de este patronato que tiene más de 35 años de historia. En el Congreso se oía decir: ‘Cómo es posible que la diplomacia privada catalana le pase la mano por la cara a la diplomacia española’. Esas palabras tienen un efecto directo en la decisión de liquidar Diplocat, insisto, sin tan siquiera respetar el marco legal español. No respetaron la Ley de Consorcios… Ni tan siquiera reunieron al pleno del patronato para imponer la disolución del consorcio. Pero bueno, por lo que sé, el NIF aún existe, y el nuevo gobierno de la Generalitat, liderado por el president Torra, tiene la intención de reflotar la institución, y ya veremos». Sus palabras se han visto refrendadas ahora.

Han apostado quizá los catalanes todo a la carta de hacer lobby internacional. ¿Se pusieron demasiados huevos en esa cesta?

«¿Sabes qué? Llevamos más de treinta años intentando abrir un diálogo franco con Madrid para que de alguna forma u otra se reconozca a Catalunya como nación, con sus derechos históricos, entre ellos el de la autodeterminación. No dio resultado, todo salta por los aires con la sentencia del TC y se recrudece con la mayoría absoluta de Rajoy. Ante la imposibilidad de tener un diálogo directo con Madrid, se opta por abrirlo a través de terceros, haciendo patente a nivel internacional la existencia de un conflicto larvado en España que no había podido ser canalizado a través de las instituciones, que se supone que para eso está la democracia. ¿Que esperábamos demasiado del exterior? Es posible. No es que esperáramos un reconocimiento de una república independiente ni de nada por el estilo, esa república se declaró pero nunca se implementó. Se buscaba crear incentivos para que desde el exterior, de alguna forma, se impusiera una negociación a ambas partes».

Pero eso no sucede. La UE nunca se posiciona en contra de los deseos de España. «Nos consta que hubo mensajes, quizá no fueron lo suficientemente fuertes o convincentes para abrir ese diálogo».

¿Y esa acusación de que los rusos estaban detrás de lo de Catalunya? «Que ha habido intentos por parte de terceros de utilizar el conflicto catalán. Las instituciones catalanas nunca cayeron en ese juego, aunque ha habido cantos de sirena. Se nos ha invitado a participar en conferencias en el Kremlin y cosas por el estilo, pero nunca hemos participado de todo eso».M. Z.