Cesarismo
Lo que sigue es un compendio de machismo terminal: «La mujer del César no solo debe ser honesta, sino que debe parecerlo». El que debe ser honesto es el César y su mujer no debe contar en el ejercicio de su cesarismo, sino que debe tener su independencia en todos los sentidos. Por eso me meto en un berenjenal y me alineo con Rufián: todo lo que está sucediendo con Begoña Gómez por su nombramiento en una entidad de capital mixto de economía colaborativa, me parece una muestra insultante de machismo.
Esta señora sale en la tele porque es la esposa de Pedro Sánchez, le acompaña en ciertas circunstancias protocolarias o porque les da la gana irse a un concierto juntos o a pasear. Pero su vida profesional está por encima de esta relación. Tiene una experiencia acumulada como docente y como directiva en otras entidades de economía colaborativa. Es, lo que se dice, una experta reconocida internacionalmente. Por decirlo de una manera sencilla: su vida profesional es más importante que la de su marido. Lo que sucede es que su marido es ahora presidente del gobierno. Y ahí entramos en territorio castigado.
Para aceptar el puesto de trabajo ha tenido que pedir una excedencia en su anterior trabajo, es decir, no estaba en casa cambiando las cortinas de palacio como si fuera una reina. Y se supone que la entidad que la contrata lo hace por su experiencia aunque, obviamente, pueda existir cierta contaminación. Para los que la señalan o intentan convertir esto en un caso de enchufismo, parece que las esposas de los presidentes están condenadas a ser floreros, primeras damas, un protocolo machista hasta la náusea. Mi apoyo más incondicional a Begoña Gómez. Después ya veremos si hay algo que denunciar. Pero su libertad para seguir ejerciendo en profesión es sagrada.