Escutoide
Una mañana de verano escuché a una mujer científica mencionar una nueva palabra que se había incorporado al lenguaje universal de profesores y becarios a partir de un descubrimiento en el Departamento de Biología Celular y el Instituto de Biomedicina de Sevilla, de la universidad pública: escutoide. Desde entonces esta idea geométrica aplicada a los desarrollos celulares me persigue. Un neologismo casual, casi de broma, acapara las páginas de las mejores revistas especializadas porque el nombre viene del apellido del director de la investigación, Luis M. Escudero, que en latín es scutum y de ahí se fue esculpiendo esta bella y rotunda palabra con forma de prisma poético.
Copio de Wikipedia: «Un escutoide es un sólido geométrico entre dos superficies paralelas». ¿Se puede definir mejor la vacuidad del discurso político actual? Sigo: «El límite de cada una de las superficies es un polígono y los vértices de los dos polígonos extremos están unidos por una curva o una conexión en forma de Y». Llegados a esta profundidad sin algoritmo previo, me pregunto si no es una suerte de metáfora de los gemelos Zipi y Zape, retratados por la envidia al ver a un Pablo Sánchez lobotomizado, parece un ser inteligente desde que vuela en Falcon institucional, paseando con Angela Merkel sin necesidad de traductores. Casado y Rivera se han instalado en polígonos donde trafican con su populismo ultra. Colocados en otro plano de la biomedicina social, cuando entramos en las fechas con más fiestas patronales del año, tenemos la buena noticia para los cuñados de que empieza el “furbo” oficial. Un placebo que solamente se alterará por la tupida cantidad de gestos de extrema derecha que se están patrocinando desde esos polígonos. ¿Es verdad que se han incrementado las visitas al Valle de los Caídos? Otro escutoide político.