Amalur ARTOLA
DONOSTIA
Donostiako Zinemaldia

Acosta: «Esta película es el testimonio de que sí se puede»

«Yuli», de Iciar Bollaín, se acerca, con destreza y delicadeza, a las vivencias de Carlos Acosta, desde su infancia en La Habana hasta llegar a ser el primer bailarín negro del Royal Ballet de Londres. Con ese film, Bollaín se mete por tercera vez en la competición por la Concha de Oro.

El proyecto de rodar un biopic sobre Carlos Acosta le llegó de rebote a Iciar Bollaín. El bailarín y coreógrafo, una leyenda en su Cuba natal, llevaba años queriendo llevar su historia al cine, idea que se materializó mediante un guion escrito por Paul Laverty, que fue quien propuso la idea de que lo dirigiera Bollaín, según explicaron ayer en la rueda de prensa posterior a la primera proyección de la cinta, que fue aplaudida por el público.

Acosta aseguró que para él rodar su historia supone dejar atrás ciertos fantasmas de su infancia: «Para mí hacer esta película ha sido traumático, porque supone superar mi pasado, pero es lo más enriquecedor que he hecho en mi vida. Creo que es una película muy honesta, con muchos valores y mucha integridad», opinó. El filme muestra la relación de Acosta con su padre, que fue quien, literalmente, le obligó a explotar sus cualidades para el ballet, y su posterior viaje hasta lograr ser el primer bailarín negro de la Royal Ballet de Londres.

Laverty, por su parte, se refirió a las referencias al esclavismo y al racismo que se hacen en el filme. «Cuando en una película tienes diferentes matices y solo una hora y media, el truco está en mezclarlo todo: «Cuando conocí a Carlos sentí una generosidad que me cautivó, pero la de Cuba es también su historia: el 65% son descendientes de esclavos», recordó, en referencia a la abuela de Acosta.

El bailarín, que tras pasar por el Royal Ballet optó por regresar a Cuba y formar su propia compañía, también hizo referencia al ballet y a la situación de la cultura en su país natal. Opinó que el ballet «es la batalla entre el cuerpo y la mente; la mente domina el cuerpo, y tú lo tienes que controlar», y quiso recalcar que aunque Cuba haya «sufrido muchas transformaciones, sigue teniendo ese espíritu comunitario y la filosofía de que el arte es para todos, independientemente de si tienes dinero para pagarlo».

Confianza en la dirección

Sobre la directora, dijo que ha «tenido la suerte» de hacer algún papel para el cine, y que considera primordial la confianza que los intérpretes depositan en la dirección: «Hay directores que no te guían y a veces no sabes muy bien qué hacer. Pero Iciar se equivoca poco, ella saber mirar más allá de lo que uno ve». Narró que al principio le parecía «una locura» interpretarse a sí mismo, «porque, pensaba: ¿y si soy yo quien estropea el proyecto?, pero ella y Paul confiaron en mí y eso me dio seguridad».

Acosta también se mostró agradecido a su padre, quien se obstinó en que fuera bailarín y con el que ha tenido, según se muestra en la película, una relación bastante convulsa, y animó a cualquiera que tenga un sueño a perseguirlo: «Esta película es el testimonio de que sí se puede. De que es posible vivir en la periferia y convertirte en bailarín de un gran ballet, aunque para eso tengas que brillar tanto que sea imposible que no te vean».