Raimundo Fitero
DE REOJO

Chamusquina

El ambiente antipolítico está tan cargado, en los cuatro puntos cardinales del globo terráqueo, que detectamos olores muy sospechosos en todas las esquinas y recovecos. Podríamos decir que huele a chamusquina, pero huele fétidamente, bastante peor. O al menos, así lo sufrimos algunos. Puede ser que se trate de un síndrome llamado fantosmia. No es una broma, porque se trata de alucinaciones olfativas, que puede llevar incluso a la esquizofrenia, según se desprende de las advertencias de los entendidos. Los que sufren de este síndrome en la vida real, imaginan olores, acaban encontrando situaciones insoportables allá donde no hay otra cosa que los habituales, que va desde el limpiador de suelos con penetrante olor a pino, como las fritangas del piso de abajo o la excitante sudoración donde las feromonas salen a cazar afectos, pero que en estos seres todo les parece horroroso, asqueroso. Existan o se los imaginen. Pues yo tengo eso, pero en lo referente a la política partidista actual. Con el periodismo de trinchera, los tertulianos de consigna, con los politicuchos descerebrados que repiten eslóganes sacrificando no solamente la verdad, sino la poca inteligencia que se les supone, me crea estados emocionales incompatibles con la razón. Demasiados trumpitos nos rodean. Zipi y Zape han entrado en fase de descomposición ideológica y huelen de lejos. Yo alterno la fantosmia con la parosmia que consiste en distorsionar el olor existente, sin alucinación, simplemente con la aplicación de la experiencia. Así que veo al campeón de lanzamiento de hueso de aceituna, secretario de Zipi Casado y me huele a corrupción y aceite de ricino. Y si caigo por deficiencia estacionaria en “La Sexta Noche”, me huele a cloaca mezclada con ambientador barato. Desgraciadamente, Brasil puede oler mañana a desesperación.