Ni sí, ni no
Me gustaría tener el poder de búsqueda del Big Data para saber ahora mismo desde cuándo y cuántas veces he escrito sobre las nuevas tendencias en el consumo televisivo. En mi plataforma de pago estoy viendo y escuchando una maravilla grabada en directo en el Teatro Real de Madrid con su orquesta y coros: “C(h)oeurs” de Alain Platel, un excelente espectáculo que emociona, incluso desde esta frialdad de la pantalla. Sus imágenes son tan potentes que traspasan el led. Su idea, su forma, su resultado es algo que trasciende. Es algo muy especial, una suerte de revuelta, el coro actúa, y cada individuo ha dado su nombre y han sonado tantos apellidos vascos, que es imposible no señalar esta circunstancia.
Situados, sigo con mi rollo recurrente, consulto cada mañana los resultados de audiencia como otros miran los números de la primitiva. Un vicio menor. Y la verdad es que los liderazgos de audiencia se logran actualmente con cifras que hace unas décadas serían de inmediata sustitución de la serie o programa. Pero sigue la duda, ¿esto es por la fragmentación de audiencias debido a la amplitud de canales o por una consolidación de las tendencias? Sabemos que las nuevas generaciones se relacionan de otra manera con las pantallas, que consumen series de golpe, pero ¿esto durará para siempre?
Hace años se decretó que el fútbol era algo esencial y debía ser visto en abierto, pero hoy, todo el fútbol, con excepción de la selección, se ve en plataformas de pago, y aumenta el consumo y el dinero disponible para los equipos. ¿Sucederá lo mismo con las nuevas series que se hacen con presupuestos de cine B? No sé decir sí, pero no puedo asegurar que no. Las estadísticas, todavía, dan que el gran consumo está en las generalistas en abierto. Pero la calidad no está ahí. Están las masas de electores. ¿Será por eso?