Un día más en Kurdistán
La muerte de Jamal Khashoggi a manos de agentes de la monarquía saudí no ha llegado a derribar ninguna alianza estratégica si bien, dada la identidad y vínculos del periodista, ha agitado las aguas diplomáticas.
Un caso con cierto paralelismo apenas ha llegado a divulgarse. Los cuerpos del cineasta kurdo Rahim Zabihi y su hermano Kaywan fueron hallados atados y calcinados en el asiento trasero de un coche el pasado viernes.
Sus familias y activistas kurdos sospechan del Servicio de Inteligencia de la Guardia Revolucionaria iraní, que había llamado al cineasta en numerosas ocasiones durante las últimas semanas y que llegó a acudir a la sede de este cuerpo militar, donde fue aparentemente amenazado, la última vez dos días antes de su muerte. Zabihi, crítico con el régimen iraní y autor de diez cortos y seis largometrajes, trabajaba con documentación sobre las frecuentes ejecuciones extrajudiciales de kolbars, personas que transportan mercancías entre la frontera de Irak en Irán.
La sombra de las fuerzas iraníes también se extiende a la muerte el pasado julio de los activistas Iqba Moradi y Maryam Faraji, en ambos casos con signos de tortura.
Pero la persecución de la comunidad kurda, como a lo largo de su historia, traspasa fronteras. Así, en Ankara, comenzó el juicio contra Selahatin Dermirtas, exlíder del izquierdista HDP, con la declaración explícita del propio juez de que «no soy neutral». El mismo día que Turquía, como modo de presión para que EEUU rompa con las milicias kurdas, anuncia otra ofensiva para ampliar la ocupación de Rojava.
Un día más en Kurdistán.