Pronto llegará la primera paliza de un tío de Vox a un catalán. Entiéndaseme, la primera paliza pública y que suscite debate en los medios. Algunos de los simpatizantes de Abascal se quedaron a gusto el 21-0 embozados de uniforme. No me preocupa demasiado el parte de lesiones. Confío, glups, que no sea irreversible o fatal. Lo que me preocupa es el discurso posterior, el del Tertuliano Alpha.

Porque ese tertuliano recordará a Bódalo, al fantasma de Altsasu, al estudiante-sindicalista de Gasteiz y a todos esos mártires a los que han pegado por lucir la rojigualda. El Tertuliano Beta quizá le recuerde que, al final, la historia que cita no era tan así como la contaron en un primer momento. El Tertuliano Alpha responderá entonces que da igual porque hay casos «que todo el mundo sabe» y que la indignación del agresor del catalán resulta más que entendible.

Porque sí, estamos a un paso de la normalización del empleo de la violencia contra el disidente político en el Estado español. Otra vez. Y el problema no es Vox ni el neonazi descerebrado de turno, sino la deriva del discurso oficial mediático que está creando fascistas de nuevo y viejo cuño. Porque Vox no ha necesitado canales informativos propios para conseguir adeptos, sino que se los brindan los medios que se creen de centro moderado y cada vez están más escorados a la derecha. Ya andan por el extremo.

Pintan bastos, porque los medios están pintando bestias. Dibujándolas, coloreándolas, puliéndolas. Y no van a ponerles freno. El combate es ideológico, no con los puños y lo estamos perdiendo.