Tener razón
Serán los votantes y la historia –sea lo que sea– la que evalúe esta primera legislatura de cambio en Nafarroa, esta hendidura en la historia que se ganó porque se merecía, pero también porque se pudo y se supo estar a la altura del trabajo que suponía ganarla. La verdad, como vizcaína de origen, el cambio de política y de cultura política que se está produciendo en Nafarroa me parece el gran trabajo político en el que podemos inspirarnos todos y todas en Euskal Herria.
El trabajo que queda de aquí a mayo será –está claro– una lucha contra el cinismo del Régimen, pero también contra las matemáticas, que hacen peligrar las sumas que valieron en 2015 a la espera de saber qué saldo electoral arrojará el desmembramiento interno del proyecto que se presentó como Podemos.
Hace cuatro años nada habría sido posible sin ellos. A las fuerzas progresistas y a la izquierda abertzale le habrían faltado unos aliados que el momento histórico hacía posibles y el coraje político hizo reales.
Que los frutos de esa alianza han sido más que positivos me parece incuestionable. Tan incuestionable como decir que cualquier partido, cualquier proyecto político arriesgaría su credibilidad y hasta su viabilidad histórica con una crisis como la que ha vivido Podemos durante los últimos meses, gestionada de manera tan pública, sin solución de discreción, sin capacidad de transacción cooperativa.
Sin poder adivinar qué puede pasar los próximos meses y sabiendo lo fácil que caemos en juzgar cuando nos interrogamos sobre las dificultades ajenas, no puedo evitar preguntarme si, tal y como parece, las dos partes en conflicto son conscientes de la importancia de arreglarse con el otro.
Supongo que ambas sienten que tienen razón, pero no sé si son conscientes de que es algo que pocas veces importa mucho y muchas veces no importa nada.
De ahí que de pequeños todos hayamos oído aquello de «me da igual quién tenga razón» o incluso «me da igual quién haya empezado».