Raimundo Fitero
DE REOJO

Catódico

Ha muerto la persona que más ha influido en mi vida de juntador de letras para hablar de lo que sucede en el electrodoméstico esencial: Juan Cueto. Estaba enfermo, y eso era ya un síntoma de debilidad general con el silencio prolongado de sus artículos. Pero fue alguien que nos enseñó a denominar como catódico ese mundo que aparecía en aquellos aparatos de más fondo que anchura a los que llamábamos televisores. Nos enseñó muchas cosas más, porque su capacidad intelectual y su intuición para saber dónde estaba el futuro de la comunicación fue proverbial. Sin dudas creó una escuela a la que algunos nos apuntamos por declinación, sin saberlo.

De repente, dejó la crítica y el análisis por la praxis: fue el primer director general de Canal Plus, el primer canal de pago que logró establecerse, con unos contenidos eclécticos, donde cabía hasta el cine porno. Recuerdo que hace décadas entrevisté para “Egin” a Juan Cueto y a Valerio Lazarov. Ambos eran dos directores generales de propuestas diametralmente distintas, pero ambos tenían un rigor intelectual y de análisis del contexto de la comunicación bastante superior a la media política, profesional y periodística.

Juan Cueto era filósofo. Escribía de todo, dirigía revistas de pensamiento. No era un oportunista, sino un ser inquieto, dispuesto a descubrir cualquier novedad en las ideas camuflada en una serie popular o en un discurso elitista y de vanguardia. Trataba a la televisión con el respeto que se merece como medio globalizador, interclasista, propiciador del entrenamiento más cutre a la vez que los contenidos más artísticos y colaboradores para la difusión de la técnica y la ciencia. Televisión, sin más. Y ya no es catódica, porque no se ve por tubos con cátodos. Y tenemos a nuestro alcance cientos de canales.