Traición
Las palabras agudas producen agujetas si se repiten de manera banal, por mucho énfasis que se le ponga. Sin contexto es pirotécnica. En contexto es infamia. Soltar la palabra traición o humillación referido a España a cargo de «yo soy el presidente» Pedro Sánchez, es una absoluta idiotez. Una exageración, una manera de corrupción total. Las huestes de Zipi Casado y Zape Rivera han entrado en fase de alerta nuclear, no pueden esperar a una convocatoria de elecciones, van a organizar manifestaciones y estudian una moción de censura. Parece que están a un paso de autoproclamarse en un mitin presidente de España. Los dos, a la vez, o por separado. Tres presidentes para ser mucho más que Venezuela.
Son muy cansinos, están embarrando absolutamente todo. No hay muchas luces, ni hay decisiones suficientemente rotundas en la acción del Gobierno de España, es obvio que va aguantando de manera forzada, pero no parece que nada de lo que están haciendo sea una traición a España. Y mucho menos alta traición. Si acaso, es una patada en las ingles a los recalcitrantes nuevos agitadores de la vida política que no saben exactamente ni dónde está el centro, ni arriba ni abajo. Son unos personajes sin escrúpulos ni formación, lo peor.
Lo malo es que esta palabra se ha escuchado en otro ámbito, en el cortijo de Pablo Iglesias, refiriéndose a Errejón, y ahí ya entiendo más lo emocional, aunque sigue siendo una imbecilidad porque es el reflejo de ese infantilismo gregario que van tejiendo los aparatos de los partidos, que están formados por fieles a la dirección, acríticos con sus estrategias y obedientes con sus decisiones. Si es voluntario entrar, debe ser igual de voluntario salir. Cambiar de opinión, evolucionar o involucionar, intentar otras maneras de llegar al poder es absolutamente legal y legítimo.