¿Estamos asistiendo al funeral de UPN?
Hasta qué punto estamos viendo en tiempo real el fin del partido que creó Aizpún en 1979? La hipótesis estratégica de UPN se basaba en la estructuración en Nafarroa de una fuerza política de derecha reaccionaria, leal y sumisa al Reino de España y sus élites, pero con cierta capacidad de maniobra, en el convencimiento de que solo así podía frenarse al avance del abertzalismo y la izquierda. Un foralismo-navarrismo de contención, en el que el binomio Navarra-España se articulaba en términos que pudieran parecer compatibles con la tradición foral, eje de la política navarra en los últimos siglos y marcada precisamente por la tensión con el Estado.
La operación consistía en desplazar ese antagonismo histórico mediante un relato de defensa de Navarra, su identidad y sus fueros frente a un supuesto anexionismo vasco. En ella rivalizaban Aizpún y Del Burgo, dos gallos alfa con dificultades para compartir gallinero cuya pugna dio mucho de sí. Hubo romances y rupturas entre UPN y PP, pero últimamente el primero de estos partidos parecía haberse hecho con la victoria…
Parecía, porque esa UPN ya no existe. Formaba parte de un tiempo que ha terminado, de unas formas de contienda política que ya no son tales. No es casual que UPN se comporte como si ETA actuara cada día, no saben qué hacer con el presente. La UPN histórica no tiene lugar en este nuevo tiempo: no hay ETA, «los vascos» ya han llegado y gobiernan casi todas las instituciones navarras, solos o junto a las demás fuerzas del cambio.
Pero no es solo eso: si las instituciones navarras, en lugar de muro de contención, pueden ser plataforma para recuperar la histórica demanda de soberanía y, por tanto, resignificar la foralidad como reivindicación, son vistas de otro modo por el nacionalismo español. No es casual que Casado, Rivera y Abascal vengan a Nafarroa: están tomando posesión de lo que hasta ahora tenían subcontratado.