Brújula
Contraprogramación es un término que, aunque sea una práctica habitual, no se utiliza y ni siguiera tengo claro que exista reglamentación vigente al respecto. Los tiempos avanzan a una velocidad supersónica. Y, como quien no quiere la cosa, en esa contraprogramación política actual, el juicio al procés están llevándose por delante presupuestos, acuerdos, esperanzas, subidas de pensiones, inversiones y tranquilidades menores. Todo se puede revolucionar en un torbellino que nos coloque con las olivas del santo regurgitando y las urnas colocando, mientras san Prudencia pasea su revueltos de perretxikos.
Por lo tanto, hay que ajustar bien la brújula, porque el norte polar se está desplazando y el político ha entrado en fase de hiperactividad descontrolada. El trifacio ya tiene la situación que aparentemente deseaba, los partidos independentistas catalanes, a verlas venir, el PNV a ver con quién pacta los siguientes tramos de las obra del TAV que quedan, y los que se empecinan en llamarse de izquierdas, buscando la manera mejor para fracasar de la mejor manera y dejar todo expedito al pistolero de Amurrio, que va a ser angular en los próximos meses y, desgraciadamente, años, para terminar con la involución emprendida que nos situará en otro lugar de la historia. Buenos tiempos para imprentas, encuestadores, las comidas en reservado, los asesores del asesoramiento asesor para nombrar equipos de asesores, las listas de candidatos, las palmadas, puñaladas y campañas para adormecer o para impulsar odios y mentiras intoxicantes. Poca variación. Simplemente incremento de las dosis. Vamos a buscar una contraprogramación personal que nos salve. ¿Drogas, manualidades , prácticas religiosas o exilio interior? O lecturas de clásicos políticos del diecinueve y veinte. El fútbol está sobrevalorado. Y una brújula.