Joseba VIVANCO
Athletic

Nadie dijo que fuera fácil

Un gol de penalti transformado por Raúl García salva a un conjunto rojiblanco que se manejó en la primeramitad pero que acabó ondeando la bandera blanca en la segunda. Se coloca a siete puntos del descenso.

HUESCA 0

ATHLETIC 1


Nadie dijo que fuera a ser fácil. Ni siquiera en casa del colista, uno de esos partidos ásperos en los que el, a priori, favorito nunca se siente cómodo. Y así fue. El Athletic sufrió lo que no está escrito en el tramo final del choque para traerse un botín que ni el misísimo bandolero ‘El Cucaracha’, tan afamado en tierras osecenses allá por el siglo XIX, hubiera soñado. Las pulsaciones con las que vivió Gaizka Garitano los minutos finales no tuvieron nada que ver con la parsimonia con la que Raúl García había ejecutado el penalti en la primera mitad, gol que a la postre resultó decisivo. Tres puntos labrados a base de sufrimiento pero que catapultan a los leones en su objetivo de alejarse de los puestos de descenso. Oro puro y salto clasificatorio que hace bueno el punto cosechado ante el Barça y que podría ser ‘triple mortal’ si se gana al Eibar.

Partido espeso, trabado, nada de alegrías, con un Athletic para nada suelto, que acabó pidiendo la hora ante el acoso y derribo al que le sometió un conjunto local jugándose la vida y que tiró de los balones a la olla para poner en serio aprietos a los rojiblancos. Suerte que emergió un Iago Herrerín que puso tranquilidad en mitad de un alocado encuentro en el que se temía lo peor para los intereses de los bilbainos. Al final, la sangre no llegó al río, aunque faltó poco.

El ya de por sí espinoso partido en El Acoraz arrancó con susto mayúsculo cuando Beñat, que se situó como tercer central entre Yeray e Iñigo Martínez para tratar de sacar la pelota jugada, estuvo a punto de liársela a un Herrerín, atento, que contuvo el fuego amigo con una meritoria estirada en frío. Pronto se vio que iba a ser un encuentro áspero, en el que al Athletic no se le veía cómodo ante un Huesca que juega fácil al fútbol, cuatro conceptos y los hace a la perfección. Robar, dos o tres toques rápidos cuando no balón en largo, y a plantarse en zona de ataque para sobresalto de la zaga bilbaina. O si no, en un saque de banda en el que Gallego estuvo a punto de sacar petróleo. El Athletic, que no le cogía el tranquillo al duelo, trataba de imprimir velocidad a la pelota en una medular con excesivo tráfico de jugadores, pero sin acierto ni concierto. Un gol bien anulado a Gallego puso un nudo en la garganta y ratificó lo embarazoso que a los leones les estaba resultado un choque de esos contra equipos y en campos donde solo suelen ganar sin jugar a nada los equipos grandes. Como el Barcelona al Valladolid o el Atlético al Rayo esta misma jornada.

Esa rendija se le abrió al Athletic en un saque de falta en el que Iñigo fue derribado. Penalti claro y Raúl García que anotaba con veteranía y celebraba con rabia el 0-1. Ocho goles de ocho penas máximas para el navarro. De ahí al descanso, y eso que era el minuto 20 de partido, no sucedió nada de nada, salvo un chutazo de Williams que sacó el guardameta local, y el recital de entradas a destiempo, sancionadas con cartulinas, en que entró un Huesca al que ese tanto sacó del encuentro. Tanto en embarulló el juego, entre faltas, quejas y enfado de la grada, que el choque discurrió por donde a los rojiblancos les interesaba.

Nada que ver con el segundo acto. Los aragoneses, necesitados, trataron de apretar, de poner en apuros a un Iago apenas activo hasta entonces. Así que de la nada, se paso al casi todo. Y todo, dicho sea de paso, porque Iñaki Williams falló en un mano a mano con Santamaría. Ahí estaba la tranquilidad y el finiquito del Huesca. Un par de chutazos de un agitador Raúl García y comenzaron los sudores para los bilbainos. Carrusel de cambios ofensivos en los oscenses y veinte minutos finales en los que, además de Iago, emergieron unos portentosos Iñigo Martínez y Yeray, que lucharon contra los elementos y, a veces, con un Yuri que de vez en cuando le da por poner a prueba los ya de por sí sufridos corazones rojiblancos. Balones a la olla como si no hubiera un mañana en Huesca, uno tras otro, que quedaban en nada por los pelos. Al final, no hubo que lamentarse.

El Athletic de Huesca no fue para nada el que se las vio ante el Barcelona. No es El Alcoraz lugar para ello. Se asemejó más al Athletic que tan poco nos gustatemeroso y que acaba ondeando la bandera blanca. Uno de esos partidos que hay que jugar, que no gusta jugar, pero donde lo que cuenta es el resultado. Porque las sensaciones, buenas o malas, no dan puntos. Al menos ahora. Lo dijo a modo de recado Gaizka Garitano al final del choque, «me hacen gracia los que hablan de Europa».