Antonio ÁLVAREZ-SOLÍS
Periodista
AZKEN PUNTUA

Una opinión

Aún no me he repuesto del todo. He visto las enormes manifestaciones de mujeres en todo el Estado y he sentido el terror que produce el mar cuando decide invadir la costa. Claro que como apóstol de una nueva civilización tengo el corazón contento, lleno de alegría. Hablo siempre de la necesidad de un hombre nuevo, pero ese hombre es cosa de mujeres, porque el producto intermedio no resuelve nada. Sus protagonistas suben a un autobús, tocan la trompeta, pero no se arregla el problema de los desahucios.

Por primera vez en la larga historia de la humanidad la próstata deja de ser el gran problema sanitario tras esta protesta oceánica. Una familia, célula básica de la creación, se desorganiza cuando su jefe no mea debidamente. Y eso es absurdo.

Sin embargo me gustaría dar un consejo a las feministas enfrentadas con las fuerzas del orden público. Deberían prescindir de tanto baile, de tanta chufla por parte de la infantería juvenil, La guerra es algo muy serio.

Un caballero que contemplaba a mi lado las braguitas de unas jovencitas que portaban una pancarta que decía «Quiero el mundo entero» me hizo una observación sensata: «Falta Marne, falta Stalingrado, Quizá haya que añadir –al menos simbólicamente– un poco de sangre a este periodo revolucionario».