El PNV y su reivindicación del monopolio de la influencia en Madrid
Pese a que todas las encuestas le anuncian excelentes resultados electorales, el PNV lanza mensajes de debilidad y de falta de control real de las situaciones cuando se le complican.
El PNV tiene prisa por conseguir alguna transferencia de Madrid antes de las elecciones y hasta para cerrar los estudios de la entrada del TAV en las tres capitales, de la que solo falta la de Gasteiz, prevista para junio. El jueves, el presidente del EBB, Andoni Ortuzar dijo que «no vemos por qué no se puede hacer en una semana» el traspaso del primer grupo de competencias, que según el calendario que la ministra Meritxell Batet entregó al consejero Josu Erkoreka tenían como «horizonte de acuerdo» un «marzo de 2019» que ya se escapa. La versión oficial es que el escollo está en los detalles económicos de la valoración de las transferencias. Pero Ortuzar aclara que con el profuso intercambio de documentos que ha habido entre Lakua y Madrid, todo está muy claro y las transferencias «se pueden y se deben hacer».
Un día antes, fue el lehendakari, Iñigo Urkullu, quien decidió apretar al Gobierno español en su discurso de inauguración del congreso de ciudades Michelín, que se celebró en Gasteiz. Sin disimulos y ante una audiencia internacional, Iñigo Urkullu soltó un rotundo «pido a Fomento que acelere los plazos de actualización del estudio informativo» de la entrada del TAV en la capital alavesa. La víspera se habían aprobado los planes para Bilbo.
¿Por qué tantas urgencias? Es evidente que cerrar las competencias antes del cambio de Gobierno en Madrid garantiza su recepción por Lakua y evitaría repetir la experiencia de 2010 con José Luis Rodríguez Zapatero, a quien el PNV aprobó los Presupuestos del Estado a cambio también de un calendario de transferencias que quedó en agua de borrajas cuando convocó elecciones en 2011.
Pese a todo esto, lo cierto es que, en cualquier caso, las competencias de este primer grupo no son políticamente relevantes. En cuanto a los estudios sobre el TAV, a nadie se le escapa que lo que se redacte ahora puede guardarse en un cajón después, por lo que la petición de Urkullu a Fomento, aunque prosperara, no garantiza nada.
Lo que el PNV está pidiendo no son tanto las transferencias de «escuelas viajeras» (que no sabían ni qué eran) o del «seguro escolar», ni tampoco la certeza de que el TAV avanza cuando quizá nunca llegue a ninguna parte. Lo que le está reclamando a Pedro Sánchez es que certifique la utilidad de los diputados jeltzales en Madrid.
Lo explicaba su portavoz en el Congreso, Aitor Esteban, exhibiendo la aprobación del acceso soterrado del TAV en Bilbo como ejemplo de la importancia de la presencia del PNV en Madrid. Esté quién esté en la Moncloa, el PNV «es clave para que Euskadi avance», aseguró.
El PNV reivindica para sí el monopolio de la influencia en Madrid y parece que le moleste que cualquier otro partido apunte que también va a ser determinante en el Congreso. EH Bildu y ERC presentaron el lunes su acuerdo electoral, en el que establecen «una unidad de acción política en el Congreso y en el Senado» y «desarrollar de manera acordada iniciativas de carácter institucional y de masas». En el aire queda cómo dar forma concreta a esa relación en las Cortes, atendiendo a las restricciones que imponen las leyes electorales y los reglamentos de cada cámara.
Portavoces oficiales del PNV y algunos satélites mediáticos y en redes sociales se muestran escocidos por esta relación y lo hacen además incurriendo en contradicciones en su argumentario. Por un lado, dudan de que la propia relación sea tal, como hizo Andoni Ortuzar en su entrevista en Radio Euskadi el 15 de marzo. Pero, por otro, Aitor Esteban contraponía a esa alianza (que dicen dudosa) que el PNV «quiere tener las manos libres» a la hora de tomar las decisiones, «con Euskadi y los ciudadanos y ciudadanas vascas como único referente, y no las estrategias o necesidades de otros partidos políticos, de otros grupos parlamentarios o de otros lugares».
El lunes, el propio Aitor Esteban acusó a EH Bildu de querer «ocupar el sitio del PNV, porque lo suyo no da más de sí». A lo que Oscar Matute respondió que «un nacionalista vasco tendría que alegrarse de que EH Bildu pueda ser un compañero de viaje activo y decidido en defensa del autogobierno».
Podría dar la impresión de que el PNV&punctSpace;está molesto con que EH Bildu haya encontrado un aliado solvente en Catalunya, mientras que quien pedirá el voto para los jeltzales es Unit per Avançar, heredera de la extinta Unió de Josep Antoni Duran i Lleida, institucionalmente representada hoy por Ramón Espadaler, diputado autonómico en las filas del PSC.
No está últimamente acertando el PNV en los mensajes que emite ni en las compañías a las que apela. Su último desliz ha sido abrir la puerta a un posible adelanto electoral en la CAV que, aunque estuviera basado en la previsión de que junto a sus socios del PSE podrían en pocos meses sumar una mayoría absoluta en el Parlamento, la idea de fondo que transmite es que, apenas mediada la legislatura, se ve sin fuerza o habilidades para poder seguir adelante.
Hoy por hoy la única esperanza de Iñigo Urkullu para encontrar un socio estable para acabar la legislatura es que Alfonso Alonso rebobine a los tiempos anteriores a la moción de censura contra Rajoy y su sustitución por Casado, y vuelva a intentar demostrar a su electorado conservador que el PP puede ser útil para condicionar las prácticas del Gobierno del PNV, como al comienzo de esta legislatura.
Y es que desde que la horrible gestión de la crisis de la OPE de Osakidetza que hicieron los jeltzales les llevara a tener que entregar la cabeza de Jon Darpón, el PNV ha roto relaciones con EH Bildu. Si en este momento la formación independentista presentara una propuesta en el Parlamento para declarar que en los días de sol el cielo es azul, el PNV votaría en contra, después de reñir a los proponentes desde la tribuna de oradores.
El PNV volverá todavía a ganar en las elecciones. Pero solo podrá seguir gobernando mientras tenga cautivo al PSE.