Alvaro Reizabal
JOPUNTUA

Colaboración necesaria con el golpismo

Aunque la oposición al régimen bolivariano de Venezuela ha venido presentando a Leopoldo López como un preso político por sus ideas, no puede olvidarse que cumplía condena atenuada en arresto domiciliario por un delito de incitación a la violencia cometido en 2014 en los disturbios que costaron la vida a 43 personas. Su comportamiento actual no deja duda de que bajo esa apariencia de cordero hay un golpista de tomo y lomo, un incitador a la violencia y a la insurrección de las Fuerzas Armadas a las que invita a derrocar el régimen por la fuerza de las armas. Por si fuera poco, Guaidó, el autoproclamado presidente encargado se presenta en el domicilio en que López cumple la pena con un grupo de militares sublevados, y quebranta la condena yéndose a la calle con él a organizar tumultos y a llamar a los militares a que se sumen a la revuelta. O sea, un golpe de Estado de manual insurreccional.

Y, ante semejante panorama, el democrático Reino de España acepta dar cobijo en su embajada al golpista evadido, para garantizar su impunidad, y no solo eso, sino que le abre de par en par las puertas de la delegación diplomática para que conceda una rueda de prensa haciendo apología del golpismo. Increíble pero cierto: lo que Chile se negó a hacer lo acepta España gustosa.

Ya fue incomprensible el reconocimiento de Guaidó como presidente encargado. ¿Encargado de qué? Porque se suponía que el encargo era convocar elecciones y lo que hace ese sujeto es organizar una insurrección armada. Pero ya se sabe que la mano yanqui es muy larga y no hay duda de que el epicentro del seísmo está en el norte.

Ahora dicen que no ha solicitado asilo, que solo está de huésped y que se va a limitar su actividad política, pero lo cierto es que se le da cobijo para garantizar que no pueda ser detenido mientras organiza el golpe de Estado desde la embajada y avisa que lo hecho hasta ahora no es más que el principio. Y la democrática España coadyuvando a sus propósitos como un indispensable colaborador necesario. Una autentica vergüenza.