No es sí
Sí es no. Sí, sí o no, no. Tengo mal cuerpo, mal alma, mala leche. Miro los resultados de estas elecciones y no sé dónde amarrar mis frustradas esperanzas. Ya sé, se llama resaca. No soy capaz de explicarme algunas situaciones generales, algunas particulares, las reacciones recalcitrantes de algunos de los dirigentes de los partidos que han perdido ganando, el cinismo imperante. Miro hacia delante y pienso en los próximos cuatro años y dan ganas de dedicarse a la cría de gamusinos. Alguna vez todos los días serán viernes. De momento todos me parecen terribles lunes.
Por eso la noche fue tan larga. Por eso la madrugada fue tan triste. El despertar con la lengua zarrapastrosa que encuentra en los alientos la dejadez de la responsabilidad. Siempre la necesidad de ser más que nada, para convertirse en un personaje de los Simpson que se multiplica por cero. Todos dicen no, todos dicen sí. Europa en el corazón de la banca, un espejo cóncavo para los ciudadanos de Teleberri diario y sueños de fútbol todos los días. Quién pudiera ser hoy poeta del desamparo para escribir poemas de reconstrucción ideológica. Tengo la pluma atascada por una tinta negra que se vuelve azulona con apenas un reflejo de ese rojo que me ayudaba a levantar la copa de vino sin tener mala conciencia. Pueblo a pueblo, villa a villa, ciudad a ciudad, las urnas han ido definiendo un futuro donde el sí es no y el no es ya veremos. O justo al revés. Quizás el oasis se haya industrializado y estén colocando vías para trenes alados con comisiones. Se trata de no constipase, ni tomar el sol sin protección. ¿Lo podremos soportar a base de un humor chato alienante o necesitamos una inmersión severa en una realidad entre desértica y abisal? Canta y sé feliz. Haremos como en la cuenca del Ebro y para un no contundente diremos: «sí, por los cojones».