César Manzanos
Doctor en Sociología
JOPUNTUA

Pensionistas antimilitaristas

Hace ya cuarenta años que la juventud vasca comenzó a ser encarcelada por negarse a colaborar con los ejércitos y, en medio de la represión policial en las acciones antimilitaristas en las que nos apaleaban, coreábamos aquellas consignas que nunca estuvieron de mayor actualidad que ahora: «presupuestos militares para gastos sociales», «policías, militares, parásitos sociales». Hoy las coreamos en las concentraciones a favor de unas pensiones más dignas.

Hemos visto en estas cuatro décadas como las administraciones española y vasca siguen invirtiendo en el complejo militar industrial cantidades ingentes de dinero obtenido de los impuestos, para el beneficio privado de sus empresas y bancos que se lucran con el negocio de las guerras y el asesinato masivo de millones de personas y cientos de pueblos, condenados por quienes fabrican armamento a ser las víctimas anónimas de conflictos bélicos creados para continuar con el saqueo de los recursos materiales y energéticos de los países empobrecidos.

Casualmente, son los países más ricos en recursos en los que se concentra la población más depauperada y, a la vez, donde se provocan los conflictos bélicos, los genocidios y la violación de derechos humanos de un modo más encarnizado y brutal.

En un mundo donde mediante la prohibición y el castigo se pretende afrontar los conflictos, no se podría entender por qué no se prohíbe la fabricación de armamento y el desarrollo de sistemas cada vez más sofisticados para matar, sino fuera porque en el fondo solo se prohíbe aquello que no está al servicio de ánimo de lucro del capitalismo desbocado a cuyo servicio están los estados y los mesogobiernos autonómicos como el nuestro. Que no nos tengan en la luna, que si la ciencia, tecnología e industria aeroespacial plantean tan supuestos loables retos para «el hombre», es por ser la columna vertebral del militarismo y la que mueve la economía mundo, utilizando la sabiduría de sus científicos y tecnócratas para poner el planeta patas arriba, sino que se lo pregunten a Einstein o a Vilasánchez.