Anjel Ordoñez
Periodista
JOPUNTUA

Proudhon

Por su sencilla rotundidad, siempre me ha seducido la máxima de Proudhon: «La propiedad es un robo». Este precursor del pensamiento anarquista mantiene un principio innegable en el plano teórico: «Todas la causas de la desigualdad social se reducen a la apropiación gratuita de las fuerzas colectivas, la desigualdad en los intercambios y el derecho de lucro». Y me permito una cita más: «Las leyes son telarañas para los ricos y poderosos, cadenas de acero para los pobres y débiles, redes de pesca en las manos del Gobierno».

Pues parece ser que el largo pero cuidadosamente diseñado proceso de privatización y expolio de Euskaltel –cuyo episodio más reciente es la intención de su actual propietario de vender la red física de telecomunicaciones– se atiene a la «legalidad». Eso dicen en Lakua sin rubor alguno. Sin embargo, a cualquier ciudadano de a pie con un mínimo criterio le surgirán algunas preguntas. ¿Cómo puede ser legal que millones de euros que han salido de los bolsillos de los ciudadanos vascos terminen engrosando la cuenta de resultados de un fondo de inversión privado y, además, ajeno a nuestro ámbito económico? ¿Cómo es posible que, por el camino, esa inversión pública haya enriquecido a directivos (9 millones a Alberto García Erauzkin) mientras se reducía la plantilla y empeoraban las condiciones laborales de la empresa? ¿Cómo se entiende que lo que nació como una decidida apuesta pública por liderar en Euskal Herria un sector esencial como el de las telecomunicaciones haya derivado en una operación de especulación pura y dura, que ha alejado la toma de decisiones de nuestro territorio?

Busquen las respuestas en el primer párrafo. Y no se olviden de poner nombre y apellido a los responsables de una maniobra que, lo digo con particular sinceridad, me hace sentir vergüenza. Vergüenza de que, como país, nos hayamos dejado arrebatar por la cara un valioso activo económico. Vergüenza de que hayamos permitido la desactivación de una apuesta emblemática y exitosa para dotar de identidad propia al tejido productivo vasco. Vergüenza, y rabia.