«No dejaré la música, quizás lo haré con un ritmo más pausado»
Dama mayor y más longeva de la música cubana, Omara Portuondo actúa hoy en el Kursaal donostiarra al día siguiente de cumplir 89 años. Voz femenina en su día, del exitoso colectivo Buena Vista Social Club, la apodada «novia del filin» pasó ya en verano por el Festival de Jazz de Gasteiz, sigue mostrándose vital y positiva y no se cierra a seguir gozando por los escenarios del mundo.
Nacida un 29 de octubre de 1930 en Aramburu y Zanja, del barrio habanero de Cayo Hueso, Omara Portuondo Peláez es menuda en lo físico, pero ha mostrado siempre una especial energía como persona y una particular habilidad como artista. Desde sus años mozos de bailarina y corista y su también temprana inclinación por la canción hasta su actual y amplia gira internacional “Omara es Cuba. El último beso tour” que a pesar de su nombre parece no la bajará de momento de los escenarios. Le acompaña un cuarteto: el pianista y director musical Roberto Fonseca, el bajista Andy Martínez, Ruly Herrera a la batería y el veterano percusionista Andrés Coayo.nce de sus veinticinco años de carrera.
Omara fue rebelde por herencia materna, no se dejó tentar por el exilio en Miami cuando Cuba y EEUU rompieron relaciones y sigue mostrándose evasivamente positiva sobre el devenir de la isla caribeña. Prefiere no pronunciarse sobre la realidad más política y no salirse de su terreno de convencida defensora de las bondades de la música y de la alegría de vivir.
Se bregó desde adolescente con el cuarteto femenino D’Aida, en el mítico cabaré Tropicana, donde coincidieron hasta con Nat King Cole y Josephine Baker. Debutó en solitario en el año 1958 con el disco “Magia negra” y vivió en primera fila la explosión internacional con la experiencia Buena Vista Social Club en los años noventa. En 2009 ganó un Grammy en la categoría de mejor álbum tropical contemporáneo por el álbum “Gracias”, en el que participaban su compatriota Pablo Milanés, los brasileños Chico Buarque y María Bethania o el uruguayo Jorge Drexler.
Sigue siendo una creadora inquieta y no se arredra ante las novedades sonoras, colaborando con la gente más joven de las nuevas músicas cubanas: el cantante de reggaetón El Micha, el grupo de traptón (trap y reggaetón) Yomil y el Dani, el pianista Rolando Luna, el cantante Carlos Calunga… El pasado enero compartió dúo con la estrella pop británica Joss Stone interpretando la clásica “Veinte años”.
Le costó debutar entre nosotros y lo hizo hace una decena larga de años en el Kursaal donostiarra, foro al que vuelve este miércoles, tras cantar el pasado verano en el Festival de Jazz de Gasteiz. Viajera incombustible, le ha tocado soplar las velas de su 89 cumpleaños entre concierto y concierto, mostrando una envidiable vitalidad y simpatía. Contestó a GARA desde su casa en La Habana, antes de retomar el avión hacia Europa.
¿Omarita para su madre, Omari para las amistades, Omara para el gran público?
Omara Portuondo, hija de Esperanza Peláez y Bartolomé Portuondo. Mujer sencilla, chancletera, como me gusta a mí. Usted puede llamarme como prefiera.
Su Portuondo es vasco y viajero. Dice usted que hubo «contacto sexual con la negra» y de ahí salió su abuelo Bartolomé, liberado de esclavo, militar y masón. ¡Vaya genética la suya!
Efectivamente. Mi Portuondo tiene unos orígenes vascos. Fue un navegante quien tuvo un encuentro con una esclava cubana.
Para completar el currículo, su madre, de familia occidental adinerada, rompió con ella al marcharse con un jugador de baseball negro y pasó hambre (el bodeguero le fiaba para poder comer). ¿Así nació usted de libre y rebelde?
¡Esta usted verdaderamente bien informado! Efectivamente, mi madre fue desheredada cuando decidió casarse con mi padre. Al principio fue todo muy difícil porque apenas teníamos para comer. Mi tía le pasaba a mi mamá comida por el muro de casa, hasta que mi papá se convirtió en pelotero nacional y las cosas empezaron a mejorar. Lo que nunca faltó en casa fue amor, porque mis padres supieron desde el inicio lo difícil que fue todo.
Pero ¿fue la música la que la liberó como persona y mujer? («La música es mi cielo, tierra, mar, sol, alegría y razón»).
La música es el alma del pueblo. Resuena en nuestro interior, nos permite soñar, viajar y sentir muchas emociones y sensaciones.
Bailó en el cabaré Tropicana antes de cumplir la mayoría de edad. ¿Era muy descarada?
Pues me llamaron para sustituir a una chica y me sabía el baile de memoria. Pero aún hoy recuerdo la vergüenza que tuve que pasar por enseñar mis piernas.
Montó con su hermana Haydée, más Elena Burke y Moraima Secada, el cuarteto vocal D’Aida. ¿Fueron unas adelantadas como mujeres?
Nosotras tuvimos la suerte de tener a la enorme Aida Diestro como directora. Era una mujer talentosa y fuerte. Con el cuarteto hicimos muchas apariciones radiofónicas y coros hasta al mismísimo Nat King Cole.
La llamaron gran dama o novia del filin cubano y reina del bolero. ¿Se mereció esos títulos?
Pues siempre he pensado que esas denominaciones hay que llevarlas con mucha humildad y agradecimiento. Lo que hago, lo hago de corazón.
Bebo Valdés la quiso conquistar siempre, Compay Segundo aprovechaba cada dúo para tocarle el trasero… ¿Fue difícil ser mujer en un ambiente muy de hombres?
Me considero una mujer muy fuerte que siempre supo lo que quiso. En muchos países las mujeres sufren desprecio y malos tratos y eso, definitivamente, es algo que tenemos que erradicar de la sociedad. En mi caso, sufrí por el color de mi piel, pero tenemos que entre todos, hombres y mujeres, luchar para cambiar muchas cosas en nuestra sociedad.
Valdés, su hermana y otras gentes de la música cubana se exiliaron tras la revolución y han muerto fuera de Cuba. ¿Qué hizo que usted dejara EEUU y volviera a su país en plena ruptura entre ambos gobiernos?
Mi hermana falleció hace años y su recuerdo lo llevo en el corazón cada día. Cuba, La Habana son mi tierra, mi hogar.
Del terreno «enemigo» norteamericano llegó en 1997, vía Ry Cooder (y después el realizador Wim Wenders) la gran resurrección internacional del son con el proyecto Buena Vista Social Club. ¿Pros y contras del «imperialismo capitalista»?
A mí me gusta centrarme en la música, en la cultura y en las emociones que con ellas puedes llegar a sentir. El fenómeno Buena Vista fue algo absolutamente inesperado ya que su productor, Nick Gold, estaba trabajando en un disco que unía músicos africanos con cubanos. Pero por un problema de visado de los músicos africanos, tuvieron que cambiar de rumbo y junto a Juan de Marcos nos convocaron para interpretar clásicos cubanos. ¡Que hayan pasado más de veinte años y que siguiéramos llenando salas y viendo diferentes generaciones tarareando la canción, eso te llena el corazón!
En 2009, con 79 años, ganó un Grammy en la categoría de mejor álbum tropical contemporáneo por «Gracias». Fue la primera cubana residente en la Isla que recogía ese premio. ¿Lo sintió como un acto de justicia poética a su país?
Lo sentí con mucha gratitud y con muchos nervios. “Gracias” fue y es un disco muy hermoso, hecho con mucho cariño y rodeada de amigos muy queridos y talentosos.
Discos, películas, libros… reivindican el son cubano. ¿Qué tiene de especial?
Pues que se lleva en el alma. En Cuba nos despertamos y vamos a dormir con la música. Está en la sangre, forma parte de nuestra cultura y forma de ser.
Apostó de muy joven por fusionar la música cubana con el jazz y la bossa y ya de abuela ha colaborado con artistas de hip hop, reggaetón o trap. ¿Sigue siendo una renovadora?
Me gusta la música, en todos los sentidos, ritmos y sonidos. No creo que tenga que quedarme centrada en un lugar sino que tengo que escuchar y sobre todo participar. Apenas ahora acabo de grabar un tema con la nueva sensación cubana Cimafunk y estoy trabajando mi próximo disco con el talentosísimo pianista Roberto Fonseca.
El 29 es su cumpleaños y al día siguiente actúa en Donostia. Va a celebrar los 89 fuera de casa, de gira europea.
El 28 toco en Girona y el 30 en San Sebastián, así que, si todos quieren y el público me lo permite, ¡este año lo celebraré dos veces! Posteriormente tocaré en Cartagena y termino este tramo de gira en Suiza con un concierto que lleva las entradas agotadas desde hace semanas.
¿Jamás ha perdido la ilusión por vivir y cantar?
¡Jamás la he perdido! En eso no tengo la menor duda.
¿Sigue tan sana por no dejar de comer papayas, plátanos... y chocolate cuando no la ven?
Cuido mucho mi salud, soy una mujer que nunca ha bebido y que tampoco fuma. Procuro cuidarme.
La semana pasada ha habido un decreto para que la gente de Cuba puede abrir cuentas en dólares y otras divisas, sobre todo para comprar electrodomésticos. ¿Cómo va su país?
Cuba es un país hermoso, con una gente llena de vida, luchadora y tenaz.
En una visita anterior nos dijo sobre la jubilación: «¡Qué aburrimiento! La música es muy importante para vivir». Pero presenta esta gira como la de despedida. ¿No volverá?
Yo no me despido, quiero dar un beso a cada uno de los que llevan años apoyando mi música. Esta gira le dice de despedida porque es una gira mundial, ya estuve en Asia, Europa y Estados Unidos, son muchos conciertos y ciudades donde quiere ir y visitar a todos. Pero no dejaré la música, quizás lo haré con un ritmo más pausado, porque una gira de esta envergadura supone muchísimo trabajo, viajes y horas.
Como dice la canción que usted interpreta ¿qué le queda por vivir?
Y, bien, como sigue la canción: “será en sonrisas”.