Idoia ERASO

Feminicidio en Baiona

El homicidio de una mujer en Baiona a manos, presuntamente, de su pareja fue nombrado ayer como «feminicidio» en la radio más escuchada de las tres provincias del norte. Desde luego no es la primera vez que matan a una mujer, pero sí es la primera vez que se cataloga así.

Las palabras reflejan la visión de la sociedad, y lo que hasta hace no muchos años se nombraba también como «crimen pasional» es ahora un homicidio, con un homicida y no una persona que no ha podido hacer frente a sus pasiones. Tampoco es un «drama familiar»; es decir, un problema que se queda dentro de las puertas de casa, en familia. Ahora es un asesinato que refleja un problema social, una visión cultural de percibir lo femenino y lo masculino, y que tiene como consecuencia una lacra que se llama «feminicidio».

Aunque la palabra «feminicidio» esté recogida por la Real Academia Española como «asesinato de una mujer a manos de un hombre por machismo o misoginia», en el Estado español se utiliza el calificativo «machista» para definir dicha violencia. En cambio, el homicidio contra lo femenino es el factor determinante en Latinoamérica. También en el Estado francés es este el término que está tomando fuerza, e incluso algunos colectivos feministas franceses reclaman que se integre como tal en el Código Penal.

Se percibe aquí uno de los primeros efectos del proceso de reflexión y discusión sobre las «violencias conyugales» que emprendió el pasado setiembre el Gobierno francés. Con ello, un tema que hasta ahora era prácticamente tabú está empezando a salir a la calle.

En realidad, este paso del Ejecutivo es solo la consecuencia de un cambio que se está produciendo en la propia sociedad. Y es que en Ipar Euskal Herria no solo cambian las palabras, también está saliendo a la calle mucha gente. Históricamente las agresiones y asesinatos machistas han sido ocultados, la sociedad no veía necesario implicarse para hacer frente a este problema «individual». Las concentraciones de denuncia de los feminicidios reunían a 20-30 personas en Baiona en el mejor de los casos. En cambio, se vio ya a decenas en Donibane Garazi en mayo de 2018 para denunciar el asesinato de Roxana, o el pasado setiembre en la plaza de Larresoro en repulsa de la violación de una joven en las fiestas locales.

Es un camino que se va haciendo al andar, con las ciudadanas y ciudadanos, acompañados e impulsados por las instituciones. Liberar la palabra es importante en este proceso, pero utillizar los términos correctos lo es también: el «feminicidio» saca la violencia de casa, la acerca a la sociedad, da conciencia de su fundamento cultural y lo convierte en un problema político.