Antonio Alvarez-Solís
Periodista
AZKEN PUNTUA

Y ahora, Colombia

Ya es difícil ocultarlo. Latinoamérica se ha puesto en pie contra la explotación. Ahora toca a Colombia tras el movimiento revolucionario en Chile, Bolivia, Argentina…Venezuela mantiene el pulso. Las poblaciones indígenas se niegan a regresar a la Granja orwelliana regida por los herederos históricos de aquellos estancieros, ese repugnante producto social que vive de la deuda exterior que genera ella misma en un mecanismo siniestro: exportación de materias primas de su país, depósito de las ganancias en las cuentas que mantiene en la banca estadounidense, regreso del dinero en forma de préstamos a los Estados explotados por los propios estancieros: aparición de la deuda exterior, que es deuda en manos de la «casta»…

Emplearé el lenguaje de Fichte para describir el proceso criminal: «El yo –los estancieros que exportan el dinero– opone el no yo –los prestamistas de la banca de Washington, dinero de los estancieros– para afirmar el yo –que son los estancieros que viven del cupón sin generar progreso alguno en su país». Añadamos unas gotas de prensa nacional e internacional –«grupos violentos», «ideologías infiltradas» – y ya tenemos una situación que debe ser reprimida por las «fuerzas del orden» mandadas por militares procedentes de las familias estancieras. Pero el «indio», palabra saturada de menosprecio, se ha hecho cargo de la realidad. ¿Vale?