Amaia U. LASAGABASTER

El Eibar salva el mínimo pero es insuficiente

El Eibar regresa de Donostia con su tercera derrota consecutiva a cuestas, con la clasificación volviendo a apretar –aunque los azulgranas se mantienen milagrosamente fuera del descenso– y, lo que es posiblemente más preocupante, con la sensación de que sigue lejos del equipo que aspira a ser.

El único consuelo pasa por la reacción del Eibar en la recta final del primer tiempo y el carácter que le empujó a seguir peleando después, ya con el partido sentenciado. A falta de juego se salvó el mínimo, en definitiva: la sensación de que un equipo que responde cuando se le tuercen los partidos, aún viéndose tan abajo en la clasificación y con una racha tan penosa a cuestas, no está hundido, y la posibilidad, como reclamaba la víspera José Luis Mendilibar, de regresar a casa con la conciencia tranquila por haber hecho todo lo posible para conseguir un resultado mejor.

Lamentablemente, este «todo» no está alcanzando. Tampoco ayer, cuando la Real fue claramente superior, pese a que su empecinamiento en sacar el balón jugado desde la misma portería y el tesón de un Eibar igualmente intransigente con su presión, permitió que los azulgranas restablecieran el empate a diez minutos del descanso tras el gol inicial de Le Normand e incluso dejaran la puerta abierta a un resultado mejor.

Pero, a nivel de juego, poquito más destacó por parte armera en un partido en el que sorprendió la alineación. No tanto la presencia, finalmente, de Ramis en sustitución del sancionado Arbilla porque es sobradamente conocida la confianza de Mendilibar en el menorquín. Bastante más la vuelta al dibujo con un solo delantero, un Charles al que apenas le pasó cerca un balón. Y lamentablemente fue el que le rozó una uña de la mano para que el gol de Pedro León, que hubiera supuesto el 1-2 al filo del descanso, quedara anulado. El murciano, mejor cuando pasó a la derecha, sigue muy lejos del que fue. Y tampoco Inui está especialmente fino. Por confianza o por carácter, el japonés se diluye demasiado fácil. Y eso deja toda la responsabilidad ofensiva en Orellana, que sigue en estado de gracia pero no tanto como para solventar siempre la papeleta.

Menos aún si el equipo concede atrás. Algo que, lamentablemente, está sucediendo. Sin olvidar la calidad de los rivales, muy evidente en el caso de los atacantes realistas, no se puede obviar que al Eibar le está faltando contundencia defensiva. Cuando no son los despistes, es la velocidad y cuando no, la mala colocación o la falta de concentración para evitar que los despejes acaben en posesión del contrario. Caminos diferentes con, casi siempre, el mismo final. Y mientras no arregle eso, pocas esperanzas habrá para el equipo.