Aparecen en el mercado nuevos vibradores adaptados a la forma del clítoris y… todo son pegas. Oigo –¡desde posiciones progresistas!– que representa el consumo rápido y el orgasmo “fácil” y que las mujeres hemos vuelto a ser engañadas –no sé cómo– por el patriarcado. Me imagino que no por el mismo patriarcado que pretende practicar la ablación a más de 60 millones de niñas antes de 2030. El mismo que, en la actualidad, ha mutilado genitalmente a más de 200 millones de mujeres y niñas en los 30 países de los que hay datos. La mayoría, antes de los cinco años, y por los procedimientos más diversos, desde ominosas prácticas quirúrgicas, como la clitoridectomia o la excisión, hasta horribles procedimientos lesivos como la perforación, la incisión, el raspado o la cauterización.

Algo está pasando con estos nuevos vibradores. Hay una incomodidad en el ambiente al hablar de ellos, un exceso de risa nerviosa –comprensible, aunque infantil– y, sobre todo, una extraña cantidad de críticas a lo que no es más que un avance tecnológico dentro de un nicho de mercado. Un avance que tardaba, por otra parte. Que no se le hubiera ocurrido a nadie adaptar la forma de los vibradores al clítoris revela la omnipresencia del pensamiento falócrata.

En todo caso, valga la novedad para recordar que la ablación es la abominable punta del iceberg de la oposición patriarcal al orgasmo femenino. Aquí, en Euskal Herria como en tantas sociedades en las que no se practica mutilación genital, miles de mujeres han vivido sin experimentar jamás un orgasmo, gracias a la socialización machista, a la sexofobia católica y a las distintas formas de puritanismo que nos han dominado. Tengamos presente que el patriarcado se opone a la libido femenina porque se opone al poder de las mujeres y que su terror al clítoris revela el poder de esta constelación de nervios que se oculta a plena vista, entre suaves pliegues de feminidad, desafiando a la ciencia con la que, según la Wikipedia, es su «única» función conocida: la de dar placer sexual a las mujeres.