Igor FERNANDEZ
Sicólogo
SICOLOGÍA PARA UNA CRISIS

Hacerlo para él

Kaixo Igor. Me llamo Maite. Quería hacerte una consulta. Mi marido y yo nos separamos hace un tiempo pero, por motivos económicos y también por la inercia de la rutina, decidimos compartir la vivienda. Tenemos un hijo de 16 años. Hasta ahora ha sido llevable la situación, sin broncas sin malas caras. Tampoco jolgorio, pero lo llevábamos bien. Ahora es diferente, es demasiado tiempo juntos. Intentamos no tener roces, pero no es fácil. A menudo, el chaval nos sorprende en una discusión que cortamos rápidamente. Pero me da la sensación que percibe cierta tensión. Es incómodo. ¿Tan difícil es vivir como compañeros después de una relación? ¿Qué nos aconsejas para ser un poco más felices?

Hola, Maite. El cansancio y la falta de actividad se hace presente pero se convierte en irritabilidad, en particular si no hay maneras de sacar fuera la energía de la actividad que no se hace. Entonces se instala una tensión creciente que estalla. Lo que lo hace confuso es que la intensidad del enfrentamiento no suele concordar con la importancia de la cuestión que se discute.

Ahí quizá estamos poniendo en ese choque emociones o reacciones de otras épocas. Pueden abrirse viejas heridas que es importante tratar de afrontar de maneras nuevas o, simplemente, saber que son fruto del momento. Igual hay que decir: «Vale, vamos a dejar de hablar de esto ahora», sin tratar de resolver o ganar la discusión que no es fructífera.

En el caso de vuestro hijo, quizá también él rememore otros momentos de dificultad en la familia o simplemente se preocupe.

A tu pregunta, supongo que no, no es fácil mantener la distancia de “compañeros” ahora. El problema no está en que surja una discusión, sino en qué hacer después, con consciencia de que hay que reparar.

En relación a vuestro chaval, como en otras ocasiones que supongo que habéis hecho frente común de “padres”. También en estos momentos es importante que le deis la oportunidad de hablar de lo que él está viendo, recordando o su propia tensión, y quizá explicarle lo que os pasa –ya no es un niño–. No son momentos de resolver grandes asuntos del pasado; sí son momentos para hablar de las fantasías y las dificultades como una familia, y hacerlo para él.