Egunon Igor. Te escribo desde Bilbo. Tengo 65 años, soy viudo y tengo una hija que es enfermera con coronavirus en su casa, y un hijo que, ante la situación precaria de trabajo en la que vivimos, se fue a trabajar a Dublín. Por ahora está bien. No debería sentirme solo, sin embargo, hay momentos a lo largo del día en que siento verdadera angustia, soledad y terror al pensar en el futuro y en que no puedo ayudar a mis hijos. Oigo las noticias y sé que es bueno mantenerse informado. Pero hay momentos durante el día que me siento muy mal y leer tu sección me hace bien. En estos tiempos nos hace falta información, pero también palabras que nos alivien. ¿Podrías recomendarme alguna lectura en este sentido? 

Aupa, Julián. Cuando duerme la alegría de las actividades o relaciones que a uno le gustan, las antiguas preocupaciones y temores le visitan, sobre todo porque suelen ser asuntos no del todo resueltos –se puedan o no resolver hoy–. Cuando esto pasa es como si se nos llenara la mente de moho porque no podemos ventilarla, o esa camisa que tanto nos gusta coge olor a humedad porque no deja de llover.

Bueno, lo primero, Julián, espero que tu hija pueda ir peleando contra el bicho paso a paso, ella conoce muy bien su desarrollo y necesitará que quienes le den apoyo no estén más asustados que ella, que os fiéis de lo que ella va diciendo que necesita. Segundo, hay que saber que esto pasará. Escuchar demasiadas noticias y pensar en la parte oscura y difícil es natural, estamos hechos para atender primero a la amenaza y luego a la alegría, pero eso es solo una tendencia.

Supongo que en muchas ocasiones a lo largo de la vida habrás tenido que afrontar retos que al final no han salido tan mal. Bueno, pues este es el momento de mirar a toda esta situación así y confiar. Es una palabra crucial: confía en que las cosas saldrán bien, pero no por mística, sino por lo hecho hasta hoy. Supongo que son personas con recursos y podrán encontrar soluciones creativas. Te recomendaré una película: “Del Revés”.