Raimundo Fitero
DE REOJO

Común

Ahora viene lo bueno. El follón contable es tan desmesurado que empieza a ser demasiado habitual sentir efectos alucinógenos. Más del noventa por ciento de las personas con las que contacto cada día estamos convencidas de que hemos pasado el virus antes de que se anunciara en televisión. Por lo tanto, ¿estamos o no inmunizados? Nadie lo tiene claro, en una misma sesión televisiva te pueden decir una cosa y la contraria, con la misma aparente autoridad. No hay doctrina ni literatura suficientes sobre el asunto. 

Salvemos al pangolín. Un animal estigmatizado, al igual que todos los murciélagos existentes que tiene coronavirus de manera endémica, que deberían ser precisamente especies para el laboratorio. Los virus saltan de una especie animal a otra, pero quien tiene capacidad para analizar, saber, controlar, proteger, combatir es la que tiene en su interior bestias pardas fascistas, engolados tertulianos de la miseria intelectual junto a benefactores del verso suelto, técnicos sanitarios, médicas, investigadoras que cumplen con profesionalidad la labor para la que se ha preparado y se sigue preparando.

No se ha descubierto en laboratorio, ni en analítica el llamado sentido común. Es como el pensamiento que nadie sabe dónde se produce ni se ha detectado en radiografía alguna esa función cerebral, si es que reside ahí y no en el aparato reproductor como parece ser en ocasiones. Pero sin mostrar ideología, ni credo alguno, la pregunta que se hace el asustado confinado medio es: ¿no sería un gran paso unificar la manera de contar a los afectados, los muertos y los que han superado el coronavirus? Parece misión imposible esta armonización, por lo que todo suena a mentira. China suma, de repente, un cincuenta por ciento más de muertes. Los ábacos son tan fiables como las calculadoras solares.