Australia y Nueva Zelanda organizarán de forma conjunta el Mundial de 2023. La sede oceánica se impuso a la candidatura de Colombia, la otra única superviviente de las diez que se habían postulado en un inicio, en la votación realizada ayer en el Consejo de la FIFA.

Será el primer Mundial que disputen 32 selecciones –fueron 24 en Francia el año pasado–; el primero que se organice en Oceanía, después de que las ocho ediciones anteriores se hayan repartido entre Europa (3), Norteamérica (3) y China (2); y también el primero que organicen dos países de forma conjunta. Su elección premia el impulso que han dado en los últimos años al fútbol femenino federaciones, clubes y administraciones públicas de ambos estados, donde se han conseguido hitos como el de la equiparación salarial. E, indudablemente, reconoce la seriedad de una organización que cuenta ya con buena parte de las infraestructuras que empleará en la cita, un plan económico ambicioso y con sostén asegurado a nivel público y privado y un considerable apoyo popular: más de 800.000 personas se han sumado en las últimas semanas a la campaña «As one», a la que también han puesto nombre numerosas personalidades del deporte, la cultura o la política.

De hecho, la balanza se ha decantado por la seriedad del proyecto, reconocida en los propios análisis técnicos de la FIFA. Después de que las diferentes candidaturas se hubieran ido descolgando con el transcurso de los meses, solo tres habían llegado a la recta final, Colombia, Japón y Australia-Nueva Zelanda. Hace dos semanas se hizo pública la evaluación técnica de sus proyectos por parte de la FIFA –infraestructuras, servicios generales, criterios comerciales, sostenibilidad, cobertura legal, apoyo administrativo, riesgos...–, que ya arrojaban un claro ganador: 4,1 puntos sobre cinco para la doble sede oceánica, 3,9 para Japón y apenas 2,8 para Colombia. La Federación nipona retiró su candidatura, mientras Colombia reclamaba una valoración «más objetiva».

Pero el análisis, que no había resultado especialmente sorprendente, se había hecho en profundidad y resultó definitivo a la hora de la votación: 22 votos fueron para Australia y Oceanía y 13 para Colombia.

El balón echa a rodar en Estados Unidos y Suecia

La NWSL es la primera competición profesional que echa a andar en Estados Unidos con la pandemia de coronavirus todavía descontrolada. Lo hace desde mañana y hasta el próximo 26 de julio, en un formato forzosamente renovado –incluso ha cambiado su nombre para denominarse Challenge Cup–, que comenzará marcado por algunas ausencias notables y el escándalo protagonizado por algunas futbolistas de Orlando Pride.

Y es que el equipo de Florida no será finalmente de la partida, después de que varios miembros de la plantilla y el staff hayan dado positivo en los test de coronavirus. Según diversas fuentes, el virus habría llegado al vestuario tras una salida nocturna de varias de las jugadoras más jóvenes del equipo.

Serán ocho, por tanto, los clubes que disputarán el torneo, en el que, por otros motivos, faltarán varios nombres propios. Las internacionales estadounidenses tenían permiso de la Federación para no participar en la Challenge Cup y así lo han decidido Megan Rapinoe, Christen Press y Tobin Heath. Además, Mallory Pugh y Carli Lloyd están lesionadas y Alex Morgan se encuentra de baja por maternidad, a las que hay que añadir las tres internacionales de Orlando Pride que se han quedado fuera.

North Carolina Courage llega a la cita, que se disputará en su integridad en las localidades de Herriman y Sandy (ambas en Utah) como ganador de las dos últimas Ligas. Chicago Red Stars, Houston Dash, OL Reign –estrenándose como franquicia del Olympique–, Portland Thorns, Sky Blue, Utah Royals y Washington Spirit completan la lista de participantes.

También mañana se pone en marcha la Damallsvenskan sueca –a puerta cerrada, como la Challenge Cup– y la próxima semana lo hará la Toppserien noruega. Además, están también en plena competición la Bundesliga y las Ligas de Islandia y Corea del Sur. A.U.L.