EDITORIALA
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En entredicho los sistemas de evaluación académica

Como en muchos otros países, la pandemia mandó a los estudiantes de Gran Bretaña a casa, pero a diferencia de otros lugares, el Gobierno de Boris Johnson decidió que este año no se hicieran los exámenes equivalentes a la selectividad. Pero esas notas son las que permiten acceder a la universidad y poder elegir estudios, de modo que el Ejecutivo decidió que este año se calcularían usando un algoritmo.

Un algoritmo tiene en principio reputación de método objetivo y por tanto no debería haber provocado mayor debate. Sin embargo, los estudiantes británicos se han encargado de demostrar que su diseño tenía un importante sesgo de clase. Entre las deficiencias denunciadas destacan dos. El algoritmo daba un importante peso a los resultados históricos de las escuelas, beneficiando a aquellas con mejor historial –generalmente las que cuentan con más medios–. Asimismo, daba un importante peso a la evaluación que hacían los profesores que, generalmente, era superior en las escuelas que cuentan con menos alumnos por profesor. Un algoritmo muy sesgado que ha provocado un enorme debate hasta que finalmente se ha retirado.

Pero el coronavirus también ha puesto de manifiesto defectos en los sistemas clásicos de evaluación. Así, por ejemplo, la más prestigiosa universidad francesa, École Normale Supérieure (ENS), hacia un examen escrito anónimo y otro oral a todos los aspirantes a ingresar. Este año ha cancelado la prueba oral por la crisis sanitaria y el resultado de los exámenes escritos ha dado un vuelco radical: el 80% de las admitidas han sido mujeres, mientras que otros años no solían superar el 40% del total.

La pandemia ha abierto un amplio campo para que el poder experimente nuevos métodos de discriminación y control, pero también hace visibles muchos defectos de los antiguos sistemas. En todas esas fallas aparecen nuevas verdades a las que hay que prestar atención, puesto que permiten avanzar hacia una sociedad más justa.