EDITORIALA
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Usar la salud para lograr objetivos geopolíticos

El Gobierno de EEUU confirmó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) que no participará en Covax, una plataforma que ha organizado este organismo internacional para garantizar el acceso igualitario –dando preferencia a la población mundial más vulnerable– a la vacuna o vacunas contra el SARS-CoV-2 que se comercialicen. La Casa Blanca aprovechó el mensaje para arremeter, una vez más, contra la OMS acusándola de corrupta y de estar manejada por China.

La decisión tiene varias consecuencias de envergadura. En primer lugar, la desvinculación del país más poderoso del mundo de una estructura internacional, creada para evitar que los países ricos acaparen vacunas, condiciona el éxito de la iniciativa. Bien es cierto que la plataforma Covax cuenta hasta el momento con el compromiso de 172 de los 193 países que conforman la ONU, de modo que la decisión de EEUU, con ser importante, tampoco parece trascendental. Con este movimiento la Casa Blanca consigue tener las manos libres para actuar según su criterio, pero solo con las vacunas de compañías estadounidenses. Las vacunas de empresas de otros países que sean gestionadas por la plataforma quedarán fuera de su alcance. De este modo, si ninguna de las tres candidatas estadounidenses registradas hasta ahora fuera finalmente viable, la población de EEUU se quedaría sin vacuna alguna.

A todas luces, el Gobierno de EEUU ha tomado una decisión muy arriesgada. Lo peor de todo es que probablemente no se haya tomado siguiendo criterios médicos o de salud pública; y seguramente tampoco para asegurarse a toda costa las dosis necesarias, entre otras cosas, porque de este modo aleja ese objetivo. La mención a China en el comunicado denota que ha primado la perspectiva geopolítica, es decir, está motivada por la intención del Gobierno de EEUU de cargar a China con los costes de la gobernanza mundial, en este caso, sanitaria. Un ejemplo nítido de instrumentalización de la salud con fines geopolíticos.