Matar a Cupido es autodefensa feminista
El mismísimo día en que detenían a la Pantoja, aterrizamos en Sevilla para impartir un taller de pantojismo en un encuentro queer: no se puede ser más folclóricas. Las cámaras del despelleje rosa, del que soy devota, nos perseguían por la Cartuja. Como tantas aventuras de mi vida barcelonesa, todo comenzó en una orgía. 2002. Fundamos en medio del éxtasis el colectivo feminista ex_dones y, dos años más tarde, ideamos el pantojismo como técnica para exorcizar el patetismo amoroso a través de la parodia autobiográfica. Reírte con otras de lo que te cuesta dejar una relación o aceptar que una relación se ha acabado, es inmensamente liberador. Porque sienta bien reírse de una misma, con amor: si no hay amor en la risa, hay humillación. Y porque a las mujeres se nos programa románticamente para que traguemos con el patriarcado. Nos inoculan desde que somos identificadas como niñas el Sin Ti No Soy Nada, ¡hay una forma más terrible de no quererse! La feminista radical Shulamith Firestone proclamó hace medio siglo: «el pánico que sentimos cada vez que algo amenaza al amor es una buena pista para comprender su importancia política».
Cada vez que escucho que tal pareja se ha separado, qué pena, con la de años que llevaban, me llevan los demonios. ¿Por qué hay que lamentar que dos seres que decidieron juntarse como pareja, decidan cambiar de rumbo? ¿Por que lamentar la libertad? ¿Puede haber un amor que no sea recíproco, flexible, vivo, libre? ¿Puede un pueblo que lucha por ser libre no comportarse como pueblo libre?
Siempre escuché que mi ama se había casado muy enamorada y a mí me revolvía: las mujeres no aguantamos el maltrato por el amor, sino por el patriarcado. Ella me lo dijo en sus últimos años: ya no necesito pensar que estuve tan enamorada del aita, ya no lo pienso. Como mi ama, seamos Tildas Swintons y prendámosle fuego a la casa del amo. Desde fuera, pero que no se nos olvide, también desde dentro.