«Odio la imagen dulce y romanticona que se le quiere otorgar a Marie Curie»
Tras alcanzar el éxito internacional con «Persépolis» (2007), en su nueva película, «Madame Curie», la cineasta de origen iraní presenta un relato bastante atípico pero a la vez magnético en el que aborda parte de la vida y obra de esta científica convertida en un símbolo del feminismo, aunque nunca se declaró feminista como tal.
Esta conversación con Marjane Satrapi (Rasht, 1969) tiene dos escenarios divididos por el tiempo y el espacio. Uno se celebró antes de la pandemia en el Festival de Zurich cuando solíamos hacer una entrevista cara a cara; el segundo se produjo meses más tarde a través de Zoom gracias al Evolution Mallorca International Film Festival donde fue homenajeada a distancia. Ambos encuentros tuvieron un denominador común, “Madame Curie” (“Radioactive”, título original), la nueva película de esta historietista convertida en cineasta.
Marjane Satrapi, quien alcanzó reconocimiento internacional con su primer largometraje autobiográfico y basado en su libro homónimo “Persépolis” (2007), esta vez tuvo en sus manos un material que no era de su autoría. Se trataba de un guion adaptado a su vez de la novela gráfica de Lauren Redniss publicada en 2010, “Radioactive: Marie & Pierre Curie: A Tale of Love and Fallout”.
Hacer suya esta historia y abordar la inmensa figura de Marie Curie no parecía una tarea fácil, sin embargo para Satrapi representó una oportunidad para plasmar un retrato más cercano a la realidad, bastante alejado de la idealización, así mismo desprovisto del típico punto de vista de esposa-de o hija-de que la cinematografía mundial tiene por costumbre mostrar cuando se trata de una figura femenina de este calibre.
En el proyecto de Madame Curie estuvo inmersa durante casi cuatro años, afinando el tono aportándole algo de ligereza a través del humor, «para restarle solemnidad», revela; investigando a profundidad y hasta conversando e intercambiando impresiones con los descendientes de Curie, una experiencia que califica como impresionante. También emprendió la ardua búsqueda de la actriz perfecta para interpretar a la científica franco-polaca; la elección recayó en Rosamund Pike (“Perdida”, “La corresponsal”), «una mujer brillante», la describe.
La directora de origen iraní lo tenía muy claro: «Nunca contemplé la posibilidad de hacer un biopic, ni quería conformarme con una película biográfica casposa y anticuada, para mí era importante ir más allá». Tenía razones de peso, y es que al hablar de la vida de Marie Curie consideró imprescindible hacer referencia a las consecuencias y resultados de la radioactividad, campo de estudio por el cual se convertiría en la primera mujer en recibir el premio Nobel de Física en 1903, y luego en 1911 conseguiría el de Química por el descubrimiento de los elementos radio y polonio. En aquel tiempo Curie ni se imaginaba los usos que le darían a sus investigaciones científicas.
«Tenemos que situarnos en el presente, hace 100 años se ignoraba el significado de la radioactividad, el uso que les darían a lo largo de la historia», explica. «No se puede hablar de ese descubrimiento obviando Hiroshima, ni las pruebas nucleares en Nevada ni Chernóbil, así como tampoco podemos ignorar las decisiones políticas alrededor del mundo».
La directora argumenta así mismo que existen dos mundos muy diferentes, uno antes y otro después del descubrimiento de la radioactividad. «Actualmente tenemos que cuestionarnos todo, porque si bien pensamos ahora mismo que la Inteligencia Artificial es maravillosa, ¿para qué la vamos a usar en el futuro, para ayudar a la gente o para matar?».
Sorpresivamente Marjane Satrapi narra que no tuvo problemas en darle este enfoque a la película, más bien los obstáculos de sus productores los encontró en el lugar menos esperado. «Me dijeron que no presentaba a Marie como una persona simpática», de tan solo recordar ese comentario se ríe. La directora había leído todas las cartas y diarios personales de la científica, datos con los cuales reconstruyó un perfil fidedigno.
«Odio la imagen dulce y romanticona que se le quiere otorgar a Marie Curie, me gusta que a veces resulte hasta desagradable», profundiza en su percepción, porque «siempre me ha parecido que ese aspecto en un hombre lo aceptamos de inmediato, pero no cuando se trata de una mujer».
Como ejemplo pone a Pablo Picasso a quien describe como «un canalla con la mujeres, pero como era un genio se le permitía ser vil, descortés, maleducado y hasta mala gente; sin embargo cuando se trata de una mujer también genio, ¿por qué directamente tiene que ser un pan bendito?», cuestiona. «Yo no soy siempre simpática y agradable, y ninguna lo es ininterrumpidamente, el temperamento de una mujer es como el de los hombres porque todos somos seres humanos; pero durante mucho tiempo las mujeres hemos dado la impresión de ser alguien que no somos en realidad, por lo que es necesario mostrarnos tal como somos».
En ese sentido, Satrapi encuentra una fuente de inspiración en Marie Curie, a quien reconoce como una persona que no hizo compromiso alguno, que fue auténtica durante su vida y que se expresaba sin miramientos. «Hasta hoy es una figura que sigue incomodando a mucha gente y por eso no quieren reconocerle sus logros», apunta.
A lo largo de la historia, a Marie Curie se le ha visto como un símbolo del feminismo. La directora iraní no duda que esta época en pleno apogeo de las necesarias reivindicaciones de las féminas y de la resonancia del #MeToo favorezca su filme, sin embargo, se permite una reflexión.
Recuerda que Marie Curie no era una feminista declarada. «No perteneció a ningún movimiento feminista, ni siquiera al de las suffragettes, a ella lo que le importaba era la ciencia, de hecho dijo que sufría más por la falta de fondos financieros para sus investigaciones que por su condición de mujer», analiza desde la pantalla dividida en su casa en París. «Sin embargo, Marie Curie estuvo más cerca del feminismo que otras debido a sus acciones, a través de las cuales demostró que las mujeres no solo son tan valiosas como los hombres, sino que también pueden ser hasta mejores. Ese es el tipo de feminismo con el que comulgo».