EDITORIALA
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Diga lo que diga un decreto, es mejor tener otras perspectivas

En general, todo el mundo ha aplaudido esta semana a Angela Merkel por una intervención parlamentaria que ha tenido gran repercusión. Explicaba que los datos actuales del covid-19 en Alemania no permiten relajar las medidas y tener unas «navidades familiares». La canciller destacaba el número de muertes, que este mes han alcanzado el pico más alto desde el inicio de la pandemia y que Merkel cifraba en 590 al día. Alemania pasó la semana pasada de los 200 casos por cada 100.000 habitantes y el 25% de las camas UCI están destinadas a pacientes de covid. Se trata del sistema sanitario europeo con más recursos, que solo en UCI triplica al Estado español.

Merkel decía que este es un año excepcional y planteaba adelantar unos días las vacaciones escolares para reducir los contactos y dar margen a una especie de cuarentena preventiva de cara a Nochevieja. «Si estas terminan siendo las últimas navidades que celebramos con nuestros abuelos y abuelas, será que algo hemos hecho mal», rogaba en su mensaje a la ciudadanía alemana, pero que ha traspasado esas fronteras.

Del discurso de Merkel se ha destacado su liderazgo, la responsabilidad a la hora de tomar decisiones impopulares, la empatía a la hora de comunicarlas y la confianza que muestra en la comunidad científica.

El complicado debate de la hostelería

En contraste, las Administraciones vascas han establecido otro marco para las navidades. En general, la consigna es «salvar la fiestas, aflojar la presión y sostener el consumo». Y confiar en que los datos no se disparen. Desgraciadamente, tras una bajada importante en el último mes, esta semana la curva ha dado señales de repunte, débil por ahora, pero peligroso porque establece el suelo de las medidas mucho más arriba de lo necesario. Justo cuando esas restricciones se han relajado.

Las medidas han afectado especialmente a la hostelería. El debate está siendo intenso en todo Europa. Por un lado, su cierre se ha demostrado eficaz hasta cierto punto y, por otro, el sector es muy heterogéneo y una parte vive una situación insostenible. En Euskal Herria, la hostelería abarca desde autónomos y negocios familiares hasta grandes empresas con fuerte financiación. Tiene características de empleo complicadas por edad y temporalidad. En nuestro tejido es especialmente relevante de cara a dinamizar el resto del consumo. Y tiene una gran peso cultural. La situación no tiene salida fácil.

Para la Administración, permitir que se abra supone quitarse la obligación de dar ayudas especiales. Se cede, además, a la presión de una parte del sector, a la parte con más recursos. Los ayuntamientos, las comunidades y los consumidores deberán, junto con esos otros negocios, pensar en alternativas y viabilidad.

Paciencia, criterio, perspectiva y escuchar

En las casas, esta semana será clave. Es hora de tomar decisiones y acordar cómo se van a organizar las familias. Se ha de actuar de manera honesta, clara y prudente. La comunidad científica vasca ha puesto varios criterios. Además de la distancia, las mascarillas adecuadas y la higiene, hay que reducir contactos, evitar espacios cerrados y, a pesar de la incomodidad, hay que mantener una ventilación constante. Teniendo en cuenta que el virus sigue circulando peligrosamente, se deben reducir probabilidades. Hay que calcular de manera utilitarista las decisiones. Se debe reflexionar sobre escenarios y costes. Se debe conocer a la gente y a una misma.

Esta semana comenzaba la vacunación de la población en Gran Bretaña y se prevé que en semanas comience en Euskal Herria. Este horizonte no debe generar una nueva falsa sensación de seguridad. Lo que sí ofrece es una perspectiva que puede incentivar la responsabilidad. Aquellas personas que han llegado hasta aquí sin contagiarse, especialmente las más vulnerables, en principio más propensas a sufrir mayores daños, consecuencias más largas o incluso la muerte, tienen un incentivo muy grande para seguir esquivando al virus: tienen una perspectiva de meses para seguir haciendo bien las cosas, sabiendo que no existe ni riesgo cero ni un escenario mágico, pero que, en cierta medida, su salud depende de una misma y de su burbuja, de su entorno y sus comunidades. Esas comunidades deben promover la responsabilidad individual y colectiva.

Los decretos obligan a cumplir ciertas normas, pero no prohíben escuchar a auténticos líderes, a la comunidad científica vasca o a taberneros. En Gasteiz, algunos bares han retrasado la apertura al lunes por responsabilidad. La misma que no tiene algunos responsables.