Raimundo Fitero
DE REOJO

Comparativas

Abusan de comparar las cosas sin avisar. O avisan cuando la comparativa les funciona y no cuando esa comparativa es un dislate o simplemente es imposible de comparar con medidas o conceptos compatibles. En estos meses habitados por la pandemia hemos visto comparativas de toda índole que nunca acaban de asentar un diagnóstico solvente o una certeza. Cuando se refieren a las muertes acaecidas en un tiempo acotado empiezan las especulaciones y los matices. Pero si esas comparativas salen del ámbito sanitario, forense y territorial, y se sueltan todos los gustos e intuiciones y se comparan con las sufridas en otros periodos históricos, entonces, esa comparativas forman parte de un discurso político que puede descomponerse en el primer argumentario. El acumulado de muertes en cada uno de los países europeos, de Europa en su conjunto, comparado con lo que está sucediendo en EEUU o Brasil, pueden medirse entre sí, con todas las reservas y pecularidades que sean preciso introducir, pero si se impregna la comparativa de una mirada más retrospectiva, entonces solamente son dudas. La herencia de Trump es nefasta. Los infectados y las muertes diarias y globales empiezan a alcanzar unas cifras que se sostienen muy mal en un análisis moral, ético, político, humanista. ¿Dónde está el límite de una sociedad ante este parte de bajas constante que logra en un día más decesos que los producidos en el atentado a las torres gemelas? Incluso comparada esta tragedia con Vietnam, las conclusiones provocan mareos.

¿Es soportable este estado de indefensión ante un virus detectado y ya con vacunas para prevenir sus efectos? ¿Comparamos con sistemas políticos dife- rentes y antagónicos? ¿Qué pasa en China? Podemos pensar con criterios sólidos que el neoliberalismo protege más al capital que a la vida.