La decisión del PSN de llegar a un acuerdo con Navarra Suma para que los presupuestos municipales de la capital salgan adelante supone un balón de oxígeno para la derecha y para Enrique Maya. De la mano de la concejala Maite Esporrín, el PSN de Iruñea apuesta por dar estabilidad a la coalición formada por UPN, PP y Ciudadanos. Le ofrece un salvavidas a la fuerza derechista liderada por José Javier Esparza cuando, en plena pandemia, Navarra Suma golpea sin rigor, sin compasión ni sentido del ridículo al Gobierno de María Chivite.

Como el nivel político es tan bajo en algunas estructuras, la primera replica a esta crítica va a ser si acaso no tiene el mismo derecho el PSN a votar los presupuestos de UPN, PP y Ciudadanos que EH Bildu a acordar las cuentas públicas con el PSN, Geroa Bai y Podemos. La respuesta, evidentemente, es que sí, que tienen el mismo derecho. Pero las consecuencias políticas son tan diferentes y tan obvias, que da pudor tener que explicarlas. EH Bildu ha facilitado que se complete la legislatura de María Chivite y el PSN la de Enrique Maya. Por poner un ejemplo muy evidente, acordar con los herederos del franquismo «la reurbanización del Monumento a los Caídos y su entorno desde una perspectiva de la Memoria Histórica» es de un candor o de un cinismo preocupante. Más allá de ponerse rojos al firmar o de cruzar los dedos a la espalda, pensar que las fuerzas de la derecha en Nafarroa van a renegar de su estirpe cunetera es no conocer esta tierra y su historia.

La mayoría de las condiciones puestas por Esporrín, y otras muchas del programa del PSN, hubiesen salido adelante sin problemas si en vez de Enrique Maya el alcalde de Iruñea fuese Joseba Asiron. Pero el PSN decidió que prefería a la derecha que a la izquierda, porque los primeros eran españoles y los segundos, vascos. Ahora presentan como victoria la promesa de lo que con el anterior alcalde eran políticas públicas consolidadas. Lo único esperanzador es que hay que sostener semejante alianza. Ambos.