Iñaki Lekuona
Periodista
AZKEN PUNTUA

Lejos

Anda Emmanuel Macron atareado con el discurso de fin de año. Tras una semana de aislamiento después de haber dado positivo, ha dejado su residencia de Versalles por la fortaleza de Brégançon, alojamiento mediterráneo del general De Gaulle. Quizá allí, a orillas del Mare Nostrum, su espíritu militar le guíe en la redacción de la habitual soflama de San Silvestre, que no es sino una carrera hacia ningún lado, un hablar por hablar que ocupa páginas de la prensa únicamente porque en esas fechas la actualidad da para poco más, si no es el habitual recuento de vehículos quemados en los barrios marginales de las afueras de París. De momento, el presidente ya ha avanzado en las redes sociales que su eje discursivo girará en torno a la «guerra contra el virus» en el «país de las Luces y de Pasteur», para la que ya hay «nueva arma», una vacuna cuya primera dosis ha acabado en las venas de una septuagenaria que ocupó este domingo varias columnas en los principales periódicos del hexágono. Quienes no obtendrán ni una gota de la vacuna ni miserables líneas en la prensa son los miles de migrantes que fueron desalojados del barrio de Saint-Denis y que ahora vagan por la capital del Siglo de las Luces, como apestados, como inmundos filamentos del hongo de la penicilina, aislados y confinados en la miseria oscura de la calle, lejos de Versalles y de Brégançon, lejos de los discursos. Lejos.