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FUKUSHIMA

Diez años después de Fukushima se siguen detectando riesgos y la industria defiende la seguridad nuclear

Diez años después de que un gran tsunami arrasara la costa este de Japón e hiciera fallar los sistemas de seguridad de la central nuclear Daiichi de Fukushima, la población japonesa sigue tratando de volver a la normalidad en una región que lucha contra la radiactividad provocada por el que ha sido considerado como uno de los peores accidentes nucleares de la historia.

La cadena de acontecimientos que se produjo aquel 11 de marzo a raíz de un intenso terremoto de magnitud 9 dejó cerca de 18.000 muertos y un panorama desolador que pondría en tela de juicio la seguridad de la energía nuclear en todo el mundo.

Olas de quince metros golpearon la central y provocaron inundaciones que llevaron a tres fusiones nucleares y a la liberación de grandes cantidades de contaminación radiactiva.

Una década después los científicos siguen hallando nuevas partículas que podrían revestir una alta peligrosidad y que habrían sido liberadas por uno de los reactores. Según un estudio publicado por la revista científica “Science of the Total Environment”, el objetivo es determinar las posibles consecuencias a largo plazo sobre la salud.

Las partículas liberadas en Fukushima fueron vertidas principalmente al mar y no a la atmósfera, lo que ha hecho del sector pesquero una de las principales víctimas en términos económicos y laborales. Las pescaderías locales esperan este año reanudar finalmente sus operaciones a gran escala, pero el Gobierno prevé liberar aún más de un millón de toneladas de residuos tratados al mar.

Mientras, la industria nuclear y organismos como la Agencia Internacional de la Energía Atómica tratan de recuperar la credibilidad de este tipo de energía y aseguran que el desastre hizo tomar medidas a nivel mundial para «una mayor seguridad».