Michael McGrath
Profesor de inglés jubilado de la EOIP/IHEO y formador de profesorado de inglés para el Gobierno de Navarra
KOLABORAZIOA

Cómo se aprenden los idiomas: una guía para madres y padres

Al leer los artículos de prensa publicados recientemente sobre la creación de las ikastolas municipales en Pamplona, se me ocurrió que sería una buena ocasión para reflexionar sobre los aspectos claves del aprendizaje de los idiomas en edades tempranas. He trabajado más de 35 años en la enseñanza del inglés como lengua extranjera y en la formación del profesorado de inglés (incluyendo el profesorado de todos los niveles de educación obligatoria) y lo que sigue es una opinión basada en esta larga experiencia profesional.

Los niños de corta edad no son «esponjas» de por sí, al contrario de la creencia popular. Pero en una inmersión lingüística real, como en el denominado modelo D, tienen más posibilidad de adquirir la lengua meta (euskara) que en un modelo en el que hay un aumento de horas en la lengua meta (inglés) que sirve de lengua vehicular para impartir otras materias. En casa la lengua materna se adquiere de manera subliminal y los niños no son conscientes de que están aprendiendo un idioma. La inmersión intenta reproducir este proceso en los primeros años de la escuela (véase Baker y Prys Jones, 1998). Se trata de un enfoque holístico en el que destaca el aspecto emocional, donde ciertas emociones positivas pueden facilitar el descubrimiento de conocimientos nuevos y destrezas que ayuden a construir recursos personales duraderos (Fredrickson, B, 2004 y Sarter, H. 2012). Varios lingüistas (Vygotsky, por ejemplo) han observado que la adquisición de una segunda lengua es esencialmente un proceso social.

En el modelo D los contenidos lingüísticos, especialmente los léxicos, se afianzan a través del uso real y comunicativo de la lengua. El alumnado del modelo D tiene la oportunidad de interactuar con la lengua vasca no solo en el aula con un docente que sirve de buen modelo lingüístico a imitar con su espontaneidad, su creatividad y sus múltiples recursos (algo difícilmente alcanzable para un profesorado con un nivel C1 o B2 en inglés) sino también fuera de ella (en el recreo, con el personal de consejería y del comedor, en visitas o espectáculos en la lengua meta, etcétera).

Es imposible separar la cultura de una lengua. En el modelo D, hay constantes referencias a modelos culturales que normalmente están muy cercanos a la experiencia del alumnado (Olentzero, ihauteriak, personajes del folklore como Miel Otxin, Basajaun, etc.). Estos modelos se pueden reforzar desde casa.

El bilingüismo, además, puede ayudar en el aprendizaje del inglés. Según diversas investigaciones, se puede decir que el bilingüismo (junto con otros variables tales como inteligencia, motivación, edad y exposición) son indicadores fiables en la consecución de un buen nivel de inglés (“Additive trilingualism: evidence from the Basque country”, Cenoz y Valencia, 1994) y, en realidad, no hace falta introducir la lengua inglesa lo antes posible en edades tempranas.

Finalmente, desde este espacio, animo a las personas que están a punto de matricular a sus hijos e hijas a ver el documental “La chapuza del bilingüismo madrileño” de Francisco Serrano Alarcón. Es muy revelador y nos hace preguntarnos por qué las madres y los padres de menores de tres años en Pamplona se ven forzados a matricular en modelos que enfatizan el aprendizaje de inglés (modelos cuya efectividad es más que cuestionable) en vez de tener la posibilidad de hacerlo en un modelo de castellano o de inmersión real en euskara.