Pablo A. Nabarro Lekanda
KOLABORAZIOA

¡Livertad!

Me ha parecido oportuno rescatar de la hemeroteca lo sucedido en Calahorra allá por 2019, un 30 de noviembre. Un colectivo local abertzale convocó una manifestación de apoyo a los condenados del procés y en solidaridad con los entonces detenidos de Altsasu. Ello provocó la ira de los sectores ultras de la ciudad y sus alrededores convocando una contramanifestación, lo que no impidió –a pesar de la tensión creada– que un pequeño grupo de personas, no más de diez, lo hicieran tras un trozo de sábana blanca en la que, con pintura roja, se podía leer: «RTS-Hegoalde Por una mesa de diálogo por Catalunya y solidaridad jóvenes presos de Altsasu ¡¡livertad!!» Sí, han leído bien. «Livertad» con v de vendetta, de verdad, de valentía, de huevos y de ovarios. Y todas ellas aguantaron estoicamente los insultos y amenazas de una mochufa fascistoide que no hacía sino dignificar aún más si cabe a ese pequeño grupo de abertzales.

Aquello me emocionó y como diría aquel: daría mi reino por esa pancarta. Y cómo no, mi renovada solidaridad para con sus protagonistas.

Libertad versus livertad. Esa es la cuestión. Se ha llegado a tal grado de banalización del concepto de la libertad que esta ha perdido su sentido, su razón de ser, su porqué y su para qué, al igual que ocurre con la democracia (o deberíamos hablar de «demokrakcia», de la ruptura-escisión entre el demos y los gobiernos). Es el síntoma de otra de las grandes pandemias que nos toca padecer en estos tiempos líquidos que vivimos, la de la evanescencia de las ideas, de las utopías, de los conceptos, de los liderazgos políticos... de sociedades anestesiadas y resignadas que han hecho, como dice Arnaldo Otegi, del «es lo que hay» el mantra de su razón de existir. Es lo que hay que cambiar, añade y con razón o lo que es lo mismo: «Ez lo que hay».

Es inevitable una mirada desde la distancia física, emocional e intelectual a Madrid, Madril, Matriz, Matrix… y lo hago con el mismo interés que lo puedo hacer con respecto a cualquier exoplaneta mas allá de nuestro sistema solar: solo me interesa saber si hay inteligencia que tan necesitados estamos de ella. Seguro que la hay. Soy optimista. Pero es una mirada sesgada, con prejuicios y poco objetiva y será una de las razones por las que echo de menos a Álvarez-Solís, gran conocedor de la capital del Reino, de sus intrigas palaciegas así como de la España profunda, vacía, vaciada y viciada. Seguro que Álvarez-Solís es una de las estrellas que iluminan nuestro firmamento que se va apagando visto lo acontecido.

No es baladí el estrepitoso batacazo de la izquierda y algo tendremos que aprender todas de él, tanto por acción como por omisión. Creo modestamente que se ha caído en la trampa de Vox. Sobreestimamos a la extrema derecha, a la mochufa fascistoide y frente a la boutade del «Comunismo o libertad» (con b de borregos) nos hemos retrotraído al siglo pasado con el «No pasarán». Y no solo han pasado si no que han arrollado.

Estos días hemos estado celebrando los 150 años de la Comuna de París y me parece muy bien pero qué quieren que les diga: me emociona más lo de Calahorra y cantar aquello de «livertad sin ira, Livertad».