«El Salvador vive tiempos que solo pueden calificarse de inquietantes y peligrosos. A pesar de la poca claridad de hacia dónde se dirige el país, una importante mayoría de la población confía ciegamente en el presidente y apoya sus decisiones con independencia de las consecuencias», advierte la Universidad Centroamericana (UCA) a los dos años de la llegada de Nayib Bukele a la Presidencia.

Con una imagen distanciada de la política tradicional, aunque venía de ella, Bukele capitalizó el descontento popular sobre los partidos tradicionales Arena y el FMLN que se habían alternado en el poder de 1989 a 2019, y su deriva autoritaria no ha hecho mella en los índices de aprobación.

Poco afín a entrevistas, prefiere transmitir sus mensajes a través de Twitter. La pasada semana difundió una encuesta del Centro de Investigaciones de Estudios Sociales (Ciesca), en la que un 89% se mostró de acuerdo con su trabajo.

Para la directora del Instituto de Opinión Pública de la UCA, Laura Andrade, la «avalancha publicitaria» del Gobierno en redes «distorsiona la forma en que la población salvadoreña interpreta la realidad, con un contenido que no les proporciona elementos que la empoderan sino que la fragmentan».

Uno de los logros que difunde el mandatario es la reducción de homicidios de un promedio de 50 por cada 100.000 habitantes a 20 muertes por 100.000. Unido a un plan de ayudas a familias necesitadas y reparto de alimentos, en las elecciones parlamentarias sus aliados lograron 61 de los 84 escaños de la Asamblea Legislativa.

El nuevo Congreso comenzó la legislatura destituyendo a varios magistrados de la Corte Constitucional y al fiscal general, eliminando así los obstáculos que hasta entonces encontraba en la judicatura y en el Parlamento. Bukele ya había sido criticado por sus actitudes autoritarias al haber llegado escoltado por militares al Congreso en 2020 para presionar por la aprobación de un préstamo para seguridad ciudadana.

La concentración de poder provocó una condena de EEUU y la UE y de sectores de la oposición, que denunciaron un atropello a la separación de poderes.

Las críticas desde EEUU, que reorientó algunos de los programas de apoyo, le alejaron de Washington, pero El Salvador ha estrechado lazos con China, con un acuerdo de cooperación de 500 millones de dólares.