«Quise reflejar el horror, el miedo, el castigo, que ocasionan las guerras»
La escritora navarra ficciona en «El largo sueño de tu nombre» (Txalaparta) la historia de algunos de los participantes en el la fuga del fuerte Ezkaba (1938) en una novela sobre memoria histórica y reparación contada desde la actualidad, hasta donde se alarga la sombra y el silencio sobre unos acontecimientos que marcaron la vida y el destino de cientos de personas.
No es la primera vez que Amaia Oloriz Rivas novela acontecimientos y escenarios relacionados con la memoria histórica en Nafarroa. En “La sombra que habita en tus ojos”, por ejemplo, escribió sobre las golondrinas, las mujeres de Erronkari y Saraitzu que emigraban al llegar el invierno a Ipar Euskal Herria para faenar en las fábricas de alpargatas.
“El largo sueño de tu nombre” sí es, sin embargo, la primera de sus novelas que aparece bajo un sello editorial, después de varias autoediciones que tuvieron buena acogida entre los lectores. La propia novela que hoy nos ocupa fue publicada por la autora hace tres años. Ahora Txalaparta la recupera, en un intento por dar mayor difusión a una historia en la que la escritora de Atarrabia recrea un episodio de la guerra del 36, como el de la gran fuga del fuerte Ezkaba –casi ochocientos presos escaparon del penal; cientos de ellos fueron asesinados, solo tres consiguieron llegar hasta la muga– a pesar de su magnitud, silenciado y desconocido durante años.
Junto con ello, a través de un suceso que nos trae hasta nuestros días, la novela aborda un tema, por desgracia, de lamentable actualidad, como es la lucha de los familiares de desaparecidos por encontrar los restos de sus seres queridos y reparar su memoria. “El largo sueño de tu nombre” es, además de todo ello, una novela sobre la culpa (se nos ofrece, por ejemplo, el punto de vista, a través de un diario personal, de un requeté) el perdón o la búsqueda de la identidad, temas todos ellos sobre los que la escritora cree que hay que hablar.
En «El largo sueño de tu nombre» recupera una historia, la de la fuga del fuerte de San Cristóbal, que durante años estuvo casi silenciada. ¿Cómo llega usted a ella?
La investigación de Fermín Ezkieta sobre lo sucedido aquel 22 de mayo de 1938 encendió una luz en mi cabeza. Pensé que dar visibilidad en una novela a un hecho tan cuidadosa y perversamente silenciado durante décadas, podría ayudar a no olvidar ese triste capítulo de nuestra historia.
Y elige para ello la historia de alguien que estuvo en el bando de los victimarios, aunque fuera de manera forzada. ¿Qué le interesaba de ese punto de vista, las contradicciones, el silencio que tuvo que mantener durante años, los remordimientos…?
El carlismo ha estado muy presente en Navarra. Al investigar sobre el golpe de estado del 36 quedé impactada por imágenes de niños y adolescentes carlistas uniformados y armados. También entonces leí la definición de Erich Hartmann sobre la guerra: “La guerra es un lugar donde jóvenes que no se conocen y no se odian se matan entre sí, por la decisión de viejos que se conocen y se odian, pero no se matan”. Y quise reflejar el horror, el miedo, el castigo que ocasionan las guerras. Jóvenes que van a la muerte en defensa de unos ideales impuestos o heredados.
También opta por cruzar pasado y presente, contar la historia a partir de una confesión realizada muchos años después. ¿Por qué?
Es una práctica que se repite en todas mis novelas. Me gusta que el presente regrese a nuestro pasado, que desentierre historias que forman parte de nuestra memoria como pueblo. El caciquismo, el contrabando, los niños robados, la fuga del fuerte, las golondrinas de Roncal y Salazar…. Estoy convencida de que hablar de ello nos ayudará a ser una sociedad más humana, más justa, más libre.
Estas confesiones muchos años después, se han dado, algunas de ellas han permitido encontrar fosas… ¿Parte de alguna historia concreta, que conozca o sobre la que haya oído hablar?
Mi historia es fruto de la imaginación, pero me gusta remarcar que la realidad supera en muchas ocasiones la ficción. Tuve la suerte de poder presenciar una exhumación en Olabe. Un vecino se decidió a desvelar el lugar en el que su padre le había indicado que había tres presos enterrados.
Todavía no había acabado de escribir la novela. Fue un hecho que me impactó terriblemente. Solo quedaba uno de los cuerpos, el cableado de telefónica pasaba cerca y el equipo de Aranzadi dio por sentado que al realizar la obra se llevaron por delante los otros dos cuerpos. Era un chico de unos 22 años y lo habían matado de un tiro en la cabeza. Pensé entonces en el largo sueño de su nombre, 80 años silenciado bajo paladas de tierra. Quise que en el título de mi novela quedaran reflejadas esas muertes de una forma poética: “El largo sueño de tu nombre”.
Publica con Txalaparta, después de varias novelas autoeditadas. ¿Cómo llega a ellos, cómo ha sido su recorrido y cómo se siente?
Edité “El largo sueño de tu nombre” en 2018, coincidiendo con el 80 aniversario de la fuga. Tengo que decir que han sido casi tres años en los que la novela me ha dado mucha vida y emotivas experiencias. Cuando Txalaparta se puso en contacto conmigo me alegré muchísimo por la difusión que ellos iban a poder darle a la historia. La editorial llega a donde yo no puedo llegar y creo que es importante desenterrar el pasado. Conocer la verdad para no repetirla.
Los escenarios e historias de sus novelas están siempre muy ligados a Nafarroa, la memoria histórica… ¿Está trabajando con algo nuevo?
Sí. En mi nueva novela quiero hablar de las otras víctimas del golpe de estado del 36. De aquellas mujeres y sus hijos a los que el odio y la injusticia condenó a una vida de castigos y miseria. Mi protagonista es un niño y vive en un pueblo sin nombre. Un lugar que bien podría ser: Sartaguda, Lodosa, Andosilla, Larraga etc… pueblos de nuestra tierra en los que la represión fue brutal e innecesaria.