Guillaume LAVALLEE
AFP

UN PUEBLO PALESTINO RESISTE ANTE LA OCUPACIÓN ISRAELÍ SIN PARTIDISMOS

En Beita, Cisjordania, cada noche hay «cine al aire libre». Sentados en sillas de plástico y «armados» con punteros láser, linternas y altavoces, los asistentes hacen ruido y proyectan luces hacia la colina vecina para que los israelíes, hartos, acaben yéndose.

Desde mayo, Beita, en el norte de Cisjordania, quiere encarnar una nueva forma de resistencia ante la ocupación israelí independiente de los partidos. «Aquí hay solo una bandera, la de Palestina. No hay Fatah, Hamas o FPLP. No hay líderes carismáticos. Intentamos hacer desde abajo lo que los dirigentes no logran hacer desde arriba», comenta Said Hamayel, uno de los manifestantes.

Y la movilización de sus 12.500 habitantes ha dado sus primeros frutos: a principios de julio, los colonos israelíes que habían instalado sus caravanas en la colina situada frente a este pueblo fueron reemplazados por los soldados israelíes.

El asentamiento de Eviatar, creado sin el visto bueno de las autoridades israelíes, fue evacuado en virtud de un acuerdo entre los colonos y el Gobierno israelí mientras este decide sobre los derechos de propiedad de esta colina de Cisjordania, territorio palestino que Israel ocupa desde 1967.

Todas las colonias instaladas en los territorios palestinos son ilegales para el Derecho Internacional. Pese a ello, el Ejecutivo israelí autoriza la instalación de muchos de estos asentamientos, aunque hay una pequeña parte, las denominadas «colonias salvajes», que nacen sin ningún tipo de permiso de las autoridades, como fue el caso de Eviatar.

Una vez que los colonos se marcharon, los habitantes de Beita hubieran podido abandonar la lucha, pero las protestas siguen con el fin de «volver locos» a los soldados que ahora patrullan la colina y garantizar que no sea reconstruida.

Siete muertos y cientos de heridos

En estas movilizaciones se han producido enfrentamientos violentos entre palestinos y militares israelíes, que no han dudado en responder abriendo fuego. En total, más de 700 palestinos han resultado heridos y al menos siete han muerto desde mayo en estos choques con los militares, según cifras del Ministerio palestino de Salud.

Said Hamayel pagó un alto precio: la vida de su hijo Mohamed. El chico, de 15 años, murió a mediados de junio tras recibir un disparo fatal. El Ejército israelí explicó que abrió fuego contra los manifestantes que ponían «en peligro» a las tropas.

«Tenía talento como orador y soñaba con ser abogado para defender los derechos de los palestinos», se lamenta Said mientras intenta retener las lágrimas.

«Los israelíes quieren cortar de raíz esta nueva forma de resistencia popular. Tienen miedo», asegura este vecino de Beita, reprochando a la Autoridad Palestina, el Gobierno del presidente Mahmud Abbas, que «solo haga declaraciones» contra la colonización de Cisjordania y Jerusalén Este.

La guerra en Gaza reavivó la causa palestina en Cisjordania.

En el año 2007, después de que Hamas ganara las elecciones en la Franja de Gaza y tomara las riendas de ese enclave palestino, hubo graves enfrentamientos entre este movimiento islamista y Fatah, la formación de Abbas. Desde entonces, Gaza y Cisjordania, ya alejadas geográficamente, funcionan prácticamente como dos entidades separadas.

A finales de abril, Abbas fue objeto de severas críticas de una parte de sus conciudadanos tras su decisión de anular las primeras elecciones que iban a celebrarse en los territorios palestinos en 15 años.

Protestas en Jerusalén

En mayo estallaron manifestaciones contra la colonización israelí en Jerusalén; Hamas comenzó a disparar cohetes desde Gaza y el Ejército israelí respondió bombardeando este territorio palestino, objeto de un severo bloqueo por aire, tierra y mar desde hace casi 15 años.

«Por primera vez en años, la juventud palestina no se veía como víctima (…) los palestinos no solo recibían golpes, sino que también resistían», explica Jalaa Abu Arab, redactora jefe del portal de noticias palestino “Dooz”. Hoy, los jóvenes quieren «personalidades con convicciones fuertes, lo que no quiere decir que apoyen a Hamas», recalca la periodista, de 27 años.

Jalaa Abu Arab cita el caso de Nizar Banat, un activista crítico con la Autoridad Palestina que murió a finales de junio debido a los golpes recibidos durante su detención por parte de las fuerzas de seguridad palestinas. Tras su fallecimiento, hubo protestas en Ramallah, sede del Gobierno palestino, y un grito emergía claramente en las manifestaciones: «¡Abbas, vete!».

«Es una situación sin precedentes –asegura el ex primer ministro palestino Salam Fayyad–. Hay que escuchar a la población, sobre todo a los jóvenes, que están muy frustrados por la ocupación y las promesas de libertad que nunca se concretan».

En un momento en que la reconciliación entre Hamas y Fatah parece imposible, y los líderes cercanos a Mahmud Abbas culpan al movimiento islamista de querer extender su influencia en Cisjordania, Said Hamayel sueña con que «el modelo» de Beita se imite en otros lugares de los territorios palestinos.